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Lo mejor de las carreras

Columna

El olimpismo deja ver la bonhomía de los hombres y mujeres de buena voluntad pero también destapa las expresiones más bajas del ser humano: envidia, maldad y crueldad.

Es inconcebible que la comunidad deportiva internacional se haya unido en contra de un hombre al que le faltan dos piernas para evitar su participación en la justa que supone preservar el espíritu de igualdad y hermandad

El sudafricano Oscar Pistorius nació con una enfermedad congénita, y antes de cumplir un año de edad, los doctores, para salvarle la vida, debieron de amputarle las dos extremidades inferiores.

Crecer sin piernas hizo que Pistorius aprendiera de manera natural a movilizarse para realizar las mismas actividades que el resto de la gente.

Con el paso del tiempo, el sudafricano abrazó al deporte, al atletismo en particular, para alentar su desarrollo físico, mental y emocional.

Al ver el deseo ardiente de correr en las pistas de tartán, un equipo de científicos creó unas prótesis de fibra de carbono para que Pistorius pudiera participar en eventos atléticos.

Lo que vendrían siendo los pies de las prótesis son dos arcos que le permiten al joven de 25 años mantener el equilibrio para correr.

La especialidad de Pistorius son los 400 metros planos y su gran ilusión siempre había sido el participar en unos Juegos Olímpicos.

La Federación Internacional de Atletismo nunca creyó que Pistorius fuera capaz de lograr la marca necesaria para calificar a una Olimpiada, pero los hombres de saco y corbata no contaban con la determinación emblemática del joven sin piernas.

En 2008, Pistorius consiguió el tiempo exigido para asistir a los Juegos de Beijing al cronometrar 46 segundos y 25 centésimas.

En lugar de aplaudir su gran esfuerzo y tomarlo como un modelo de superación para la juventud del mundo, los federativos, y también atletas de varios países, organizaron un complot para bloquear la llegada de Pistorius a la Olimpiada.

"Esas prótesis le dan una ventaja sobre los demás competidores" fue el argumento de los federativos internacionales y otros corredores del mundo.

Decirle a una persona a la que le faltan las dos piernas que tiene ventaja sobre los demás es una aberración, es simplemente abominable.

La afirmación de las autoridades deportivas internacionales es una expresión retrógrada y yo les preguntaría a esos individuos que manejan el deporte sentados atrás de un escritorio: ¿Qué ventaja puede tener una persona que sufrió la tragedia de una doble amputación?

Ante tal situación, Pistorius nunca dejo de entrenar y llevó su caso a una corte internacional que falló en su favor.

El pasado 3 de agosto, Pistorius se convirtió en el primer ser humano con doble amputación de piernas en haber participado en unos Juegos Olímpicos.

El sudafricano corrió en Londres la eliminatoria de los 400 planos y el 9 de agosto participó en el relevo de 4 x100.

En las dos pruebas llegó muy atrás de sus rivales de pista, a final de cuentas, y para alivio de los federativos y atletas que desdeñan a Pistorius, se comprobó que tener dos piernas siempre será mejor que tener dos prótesis.

La increíble historia del sudafricano se pierde entre aquellos atletas que en Londres ganaron medallas, que rompieron récords mundiales o que saltaron a la popularidad por sus desplantes estrambóticos.

Entre un mar de egos, Londres vio emerger la figura de un joven valiente que ha tenido que luchar toda su vida para salir adelante.

Pistorius no ganó ninguna medalla de oro, de plata o de bronce, pero hace mucho tiempo lleva en el corazón la mejor de las preseas: el amor a la vida.

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Abraham Nudelstejer escribe para Enlace, el semanario en español del UT San Diego

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