La última vuelta

Abraham Nudelstejer • columnista

Por tramposo y mentiroso perdió su lugar en el libro de récords pero desafortunadamente eso no es lo peor de todo.

Lance Armstrong, el ciclista estadounidense que ganó siete veces la Vuelta a Francia, el evento más prestigiado y de más tradición en ese deporte, fue oficialmente despojado de sus títulos.

Organismos internacionales dedicados a investigar casos de dopaje en atletas de alto nivel determinaron que Armstrong conquistó sus títulos apoyándose en sustancias prohibidas.

La leyenda del hombre que venció al cáncer testicular para convertirse en un ícono de valentía, entereza y deportivismo, está hecha añicos.

Si Armstrong hubiera sido honesto desde un principio, desde que sospechas lo señalaban como consumidor de esteroides, el rumbo de la historia hubiera sido distinto.

Tal vez, al aceptar su culpa, de igual manera se le hubiera despojado de sus títulos de ciclismo, pero más importante que eso, el hombre hubiera conservado su integridad moral.

Me da mucha pena y coraje que Armstrong se escondiera en las mentiras y en la negación para tratar de mantenerse como el único ciclista en la historia en haber ganado siete veces la Vuelta a Francia.

Más tristeza me da que esas mentiras destruyeran a un hombre cuya bondad va mucho más lejos que todos sus triunfos y sus récords.

Lo más grande e importante que hizo Armstrong en su vida fue crear la organización Livestrong, organización que recaudaba millones de dólares para atender a víctimas de cáncer o para desarrollar programas de investigación que ayudaran a encontrar una cura para este desgraciado mal.

Armstrong me decepcionó como hombre, no como atleta.

Me importan muy poco sus batallas deportivas, mi admiración hacia él se basaba en la generosidad y devoción con la que manejaba Livestrong.

Al querer proteger sus victorias deportivas, Armstrong no se dio cuenta de que estaba destruyendo a mucha gente a su alrededor.

Su egocentrismo lo llevó a defenderse a capa y espada de algo que él bien sabe hizo durante muchos años: doparse

Lo irónico de esta historia es que un hombre dedicado a luchar por otros, en ayudar a otros, en extenderle la mano a otros, se hundió por pensar en él y solamente en él.

Armstrong ya no existe en los libros de récords del ciclismo internacional, todos lo recordarán como un vil y ruin tramposo de los manubrios.

Me hubiera gustado que a Armstrong se le recordara como al ser humano que, habiendo superado el cáncer, lanzó una verdadera cruzada internacional para luchar contra esta devastadora enfermedad.

Seguramente has visto a mucha gente utilizar esos brazaletes de color amarillo.

Esos brazaletes que se venden por un dólar en muchas tiendas se crearon precisamente en honor y reconocimiento al coraje de Armstrong por vencer al cáncer y por crear una fundación tan respetada y honorable como Livestrong.

Millones de brazaletes amarillos han sido vendidos alrededor del mundo y un gran porcentaje de la venta de ellos iba directamente a apoyar a la fundación de Armstrong quien, debido a las circunstancias, debió renunciar a la presidencia de su propia fundación.

El futuro de Livestrong es incierto y bien podría desaparecer porque los principales patrocinadores de esta fundación no quieren atar sus nombres personales o sus marcas comerciales a las trampas y mentiras de Armstrong.

Como ciclista que fue, Armstrong cruzó la meta muchas veces en primer lugar pero es una lástima que su último trayecto haya terminado en tragedia para miles de sus admiradores que están participando en la carrera más importante de su vida: vencer al cáncer.

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