Xolos, el mejor equipo de San Diego

Hiram Soto • columnista

La advertencia fue muy clara al principio de la temporada: el aficionado que lance su cerveza al aire después de un gol será removido del estadio, su pase retirado y no podrá comprar otro boleto.

La tradición de lanzar cervezas al aire estaba tan arraigada en la afición tijuanense que nadie sabía cómo respondería el público cuando los Xolos arrancaron el Apertura 2012 contra Puebla. Ese día los Xolos ganaron dos goles a cero, y para la sorpresa de muchos, la gran mayoría prefirió tomarse que lanzar su cerveza al aire. Los pocos que lo hicieron en efecto fueron removidos, sus pases retirados y se les prohibió comprar otro boleto.

El público se portó bien toda la temporada hasta el domingo pasado cuando la tradición regresó con furia al Estadio Caliente. Fue entonces cuando los Xolos vencieron al favorito León 3-0 en un partido épico en el Estadio Caliente que les ganó un boleto histórico a la final del futbol mexicano.

Fue una remontada del tipo que se ven en los grandes partidos de la Copa Libertadores, Copa Confederaciones, Eurocopa o incluso en un mundial. Fue uno de esos partidos donde el equipo local sella el triunfo con un gol en los últimos minutos del partido, donde los guardias del estadio no castigan a quienes lanzan cerveza al aire porque saben que están poseídos por el júbilo de algo histórico (eso o estaban también demasiado ocupados viendo el partido).

Por muchos años se ha dicho que San Diego es la vecindad más bonita de Tijuana. Si esto es cierto entonces también hay que admitir que Xolos son el mejor equipo de San Diego, una ciudad con equipos que nos tienen acostumbrados a las derrotas.

Era irónico que mientras los Cargadores perdían su tercer partido consecutivo en el Estadio Qualcomm, en otra temporada para el olvido, los Xolos desafiaban todo pronóstico deportivo al llegar a la final del torneo con un gran equipo como Toluca.

El otro día me habló un colega columnista para saber mi reacción. Sabe que soy de Tijuana, y que siempre he sido un apasionado del futbol. Sabe que soy el tipo que se pone la jersey de su equipo y prepara botanas a las tres de la mañana para ver un partido de su selección en un mundial.

Le expliqué que los tijuanenses, y los fronterizos en general, hemos sido por muchos años huérfanos del futbol. Hemos crecido sin equipo, obligados a escoger entre Chivas, Cruz Azul, América o Pumas. Hemos ido a los estadios de futbol pero como turistas cuando visitamos otra ciudad.

Le dije que siempre quise ser ese niño que iba a los estadios a ver un partido de futbol con su papá. Que le hubiera gustado tener jerseys, banderas y bufandas del equipo de casa. Que seguramente hubiera sido miembro de las barras.

Por cierto, hace unas semanas tuve la oportunidad de escribir un reportaje sobre la barra de la Masakr3, donde viví la inolvidable experiencia de estar a un lado de cientos de aficionados que brincan, cantan y gritan por 90 minutos sin parar.

"Me siento como si estuviera viviendo mi niñez, pero a los 37 años", le dije a mi colega columnista.

Es difícil comprender lo rápido que hemos llegado a este momento. Hace un par de años los Xolos aún luchaban por salir de la liga de ascenso. Hasta hace unos días, incluso los analistas deportivos tendían a echar de menos al equipo.

Y no hace mucho tiempo que Tijuana aún estaba en las garras del narcotráfico. Los tiroteos y asesinatos estaban a la orden del día, y las calles prácticamente estaban bajo el control del ejército. No hace mucho tiempo que la gente prefería quedarse en sus casas durante la noche.

Pero el temor ha sido remplazado por entusiasmo y optimismo. Incluso aunque no se gane la final, estos momentos serán recordados por muchos años en la frontera. Fue el día que lloró de alegría el técnico del equipo, Antonio Mohamed. Y fue el día que muchos lloraron en las gradas.

O quizás era la cerveza que escurría por sus rostros.

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