Vida

Matrimonios desechables

Valores familiares

Desde hace mucho tiempo, y en todos los niveles sociales, se ve con mayor frecuencia parejas que se divorcian. Las razones son interminables, y se cree, de manera errónea, que el divorcio es el remedio para los problemas matrimoniales.

Todos hemos tenido algún amigo, o pariente cercano que ha tomado la decisión de divorciarse, y algunos años después de la separación, no se han podido recuperar de la pérdida y la añoranza de que a lo mejor hubiera sido mejor no hacerlo. Hay otras personas que alimentan el rencor, sin haber logrado digerir esa pérdida y sin haber buscando el perdón y el olvido.

Lo que se ha vivido permanece. Nunca se puede borrar, y a pesar de pensar que se ha terminado con el matrimonio, la realidad es que esa persona siempre seguirá formando parte de nuestra vida, sobre todo si ha habido hijos en común.

Es necesario encarar los problemas a los que se deben enfrentar la pareja al momento que deciden separarse. El tiempo no resuelve los problemas por sí solo, ni corrige diferencias o lesiones.

La voluntad de hacerlo, encarando las situaciones que se presentan, por difíciles que parezcan, tienen mucha más oportunidad de hacerlo.

Hay sentimientos de pérdida de uno mismo, provocados por la soledad que produce la dolorosa experiencia de un compromiso frustrado. La responsabilidad de asumir la formación de los hijos sin el apoyo del otro. La inminente disparidad en su desarrollo y formación.

El matrimonio es un buscar día a día nuevas razones de coexistir. Es aceptar al otro como es, reconociendo las diferencias y concediendo el derecho a equivocarse.

Los unidos en matrimonio deben procurar complementarse. Si por algún motivo somos causantes o detonantes de algún problema, debemos ser parte de la solución y procurar no repetirlo.

Si nos imponemos a tratar de seguir amándonos, buscando hacer feliz al otro, siendo amables y no desperdiciando tiempo cuestionando si el otro me hace feliz, estaremos abonando a la consolidación de nuestra relación matrimonial, y por ende, a la familia.

Si solo busco mi propia satisfacción, se iniciará un circulo vicioso de resentimiento y frustración en la relación, llevándome a la creencia de que la separación es lo mejor. Estaré agregando a la mezcla de problemas el de la soledad. No hay cohesión en el egoísmo.

Vivimos en la época de los productos desechables. Evitemos caer en el error de pensar que las personas lo son. Ni el matrimonio, ni las personas, ya sea cónyuges o hijos son desechables. Las familias, tampoco son desechables.

Tiene que haber una razón de mucho peso para decidir terminar la relación. Si cuando una pareja se casa, en el fondo de su mente tiene como opción el que si no nos entendemos nos divorciamos, les aseguro que al primer conflicto que se les presente, pensarán que el divorcio es el paso a seguir.

Es preferible no tomar el compromiso, cuando de entrada se contempla el no acatarlo.

Lo bueno cuesta. Lo que arde consume, pero la llama dura y purifica. No se debe confundir un capricho con un compromiso.

Es necesario detenerse a reflexionar antes de tomar la decisión de divorciarse. Una ruptura siempre provoca vacío, soledad y perturbación a todos los miembros de la familia.

Es recomendable acudir con alguien que ayude a motivar y a conservar el amor entre los esposos. Hay que hacer un alto en el camino y observar de manera honesta la situación, lo que hemos hecho para llegar hasta ahí, la imagen que nos hemos forjado y si se apega a la realidad.

Analizar si nuestro comportamiento es destructivo; darnos cuenta de la profundidad de las heridas que estamos infiriendo, y a quiénes estamos afectando.

El divorcio puede llegar a ser el fin de las hostilidades en algunos casos, pero para otros, la inmensa mayoría, significa el aumento de las agresiones y el inicio de una lucha de poderes que durará por muchos años y que perjudicará de manera directa a los hijos.

Es muy frecuente que cuando llega el divorcio, habiendo hijos de por medio, éstos sean utilizados como armas para pretender fastidiar al otro.

A su vez, los hijos aprenden a tomar provecho de la situación, obteniendo dotes y permisos de manera alevosa.

En el matrimonio hay que enfrentarse a un sin número de situaciones que nos causarán malestar pero la satisfacción de superar esas adversidades es lo que llevará a la pareja a una relación madura y estable.

Luchemos, no nos desechemos.

Mary Carmen Creuheras

Master en Matrimonio y Familia

formasfamilia@me.com

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