Tijuana

Del PAN, antes se aprendía

¿Respeto auténtico entre compañeros?

Hoy que en el PAN se desarrolla un proceso para elegir a un nuevo dirigente nacional, llama la atención cómo los miembros del Partido actúan apoyando a su favorito y, principalmente, por ser lo más, la virulenta actitud contra el oponente.

Al final de esta contienda habrá un vencedor, del que será muy difícil decir que ganó "en buena lid", o como dice el diccionario, que ganó "por buenos medios".

"Se tiran con todo", y esto es poco decir.

Hablan poco o casi nada del contenido de la contienda, de las propuestas de cada cual, si son o no conformes con el ideario panista, y ajustadas a las necesidades del partido en este momento del país.

Es difícil creer que el panista de hoy cultiva respeto auténtico hacia sus compañeros, porque no demuestra tenerlo para los que pretenden dirigir al organismo.

¿Para qué se quiere tener en ese puesto a un personaje al que previamente tirios y troyanos le han dañado tanto su prestigio y su buen nombre?

Un individuo que así asuma esa responsabilidad, comparecerá en el foro de la política nacional, con el desdoro que le produjeron sus propios compañeros, y en vez de ser tenido como representante de un partido que agrupa la opinión política de un segmento de la población nacional, será visto tan solo como el mayor de la facción dominante en el partido.

Las contiendas internas del panismo actual son reserva gratuita para los demás partidos políticos, que utilizan en las campañas electorales y contra los candidatos del PAN, las mismas diatribas, los mismos insultos y la misma mala imagen que los blanquiazules se encargaron de registrar y publicar en todos los medios durante sus procesos internos.

Cuánta distancia, que parece infinita e insuperable, existe entre el panismo de hoy y los panistas de antaño.

Cuando Acción Nacional nació, llegar al poder era sólo uno entre sus objetivos.

Lo esencial y trascendente fue promover la participación activa y permanente de los ciudadanos en la vida pública; organizar a la sociedad para que se mantuviese alerta a la cosa pública, obligando al gobierno a explicar sus actos y sus omisiones, sus decisiones y sus programas; lograr que los ciudadanos manifestasen su opinión siempre empeñados en que les fuese respetada.

Las contiendas internas de Acción Nacional, tanto aquellas en las que se elegía candidatos a puestos de elección popular, como en las que se elegía a sus dirigentes y consejeros, eran capítulos de participación política honrosa y honorable, expuestos a la vista de todo mundo, y para todo mundo eran ejemplo de democracia y de instrucción cívica.

Del Acción Nacional de antes no es de añorarse el estado aquel de eterna oposición, sojuzgada por un régimen autoritario y abusivo.

Lo que se debe añorar es la escuela cívica que se esfumó en el tiempo cuando se llegó al poder.

Juan Manuel Salazar Pimentel

juanmsalazarp@gmail.com

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