Tijuana

Mercado Sobre Ruedas, Peligro Latente.

Nula evolución y retroceso

Durante 29 años consecutivos se mantuvieron vigentes los acuerdos e instructivos del gobierno federal que regularon el funcionamiento de los mercados sobre ruedas, hasta que la Secretaría de Economía, con su acuerdo publicado en el Diario Oficial del 26 de enero de 2007, abrogó ese sistema, basada en que la Constitución reserva a los municipios funciones y servicios entre los que incluye mercados y centrales de abasto, como se había legislado veintitantos años antes.

El Acuerdo de la antigua Secretaría de Comercio, que fijó las bases para el funcionamiento de los mercados sobre ruedas, publicado en el Diario Oficial de la Federación del 5 de septiembre de 1978, se propuso regular los mercados populares que ya funcionaban desde unos diez años antes, habiendo sido sus objetivos fundamentales:

Evitar el alza de precios y la intermediación innecesaria de los productos a fin de reducir sus precios; agilizar la comercialización al menudeo, principalmente de los productos agropecuarios y pesqueros; coadyuvar en la orientación de los hábitos de consumo de la población, especialmente de la de bajos ingresos; y, orientar a los pequeños productores acerca de los niveles de precios en los centros de consumo para que tuvieran alternativas de comercialización de sus productos.

En materia de precios, según el instructivo que la misma Secretaría publicó el año siguiente, los de los oferentes o comerciantes del sobre ruedas debían ser siempre inferiores a los del nivel promedio de los de la localidad.

Esa regulación hacía énfasis en las cuestiones de higiene y también en las de disciplina que los oferentes debían observar, amén de que la ubicación diaria de los mercados debía atender a la satisfacción de las necesidades de los consumidores.

A partir de la reforma de 1983 al artículo 115 Constitucional, la regulación de los mercados sobre ruedas quedó en manos de los municipios.

Desde entonces la historia es otra, al menos en mi ciudad.

Tal vez exista información que por lo pronto no está a mi alcance, y, sin embargo, me aventuro a expresar esta opinión porque creo que el caso merece, de las autoridades, atención responsable.

El propósito inicial de ubicar los mercados sobre ruedas para atender las necesidades de los consumidores, se invirtió, al punto de que desde hace tiempo, la ubicación diaria de esos mercados, en los distintos rumbos de toda la ciudad, atiende principalmente a las necesidades de los oferentes comerciantes, y no a la de los consumidores.

La Tijuana de hace 50 años, cierto que tenía mucha menos población, pero su precario desarrollo urbano y la escasa oferta de los mercados formales (aún no llegaban las grandes cadenas comerciales), favorecía el funcionamiento de los mercados sobre ruedas que llevaban su servicio a los sitios más apartados y de difícil acceso.

La ciudad creció acelerada y desmesuradamente; al mismo tiempo, el sobre ruedas también creció, tanto por el número de oferentes, como por el espacio cada vez más extendido que ocupa en las calles la enorme cantidad de puestos que diariamente se instalan en las colonias de Tijuana.

El sobre ruedas creció, pero no evolucionó. Creció e involucionó. Retrocedió.

En más de cuarenta años, el sobre ruedas no ha sido en Tijuana un medio para progresar a estados de superación, sino para enraizar la pobreza, y hasta para potenciar situaciones de riesgo, en perjuicio de la seguridad de la comunidad.

Desde que el sobre ruedas funciona en Tijuana ha transcurrido el tiempo más que suficiente para que bajo la dirección gubernamental y con el pago de cuotas a cargo de los propios interesados, se hubiesen adquirido los espacios necesarios para construir un sistema municipal de plazas públicas en las cuales los oferentes del sobre ruedas pudiesen expender sus productos sin tener que ocupar la vía pública.

Ningún oferente tendría en esas plazas un espacio de su exclusiva propiedad; el pago de sus cuotas y su registro como comerciante le otorgarían el derecho de usar en cada una de esas plazas un sitio para su puesto itinerante.

¡Cuántos perjuicios se evitarían obrando de ese modo!

El tránsito en nuestras calles sería libre y sin obstáculos; las ambulancias cumplirían su servicio sin tropiezos; los bomberos llegarían a tiempo a sofocar cualquier incendio; la policía perseguiría y hasta alcanzaría a cualquier delincuente; el carro del gas haría su travesía y sus entregas sin riesgos mayores; los vecinos no encontrarían bloqueadas sus cocheras, ni enfrentarían a comerciantes descorteses; etc.

Desde el año 2009, México ha padecido el azote de la influenza, y muchos han sido los decesos que se han tenido que lamentar.

El sobre ruedas está muy lejos hoy de ser el mercado en el que la gente del campo y del mar ofrezcan sus productos, manufacturas y artesanías.

En vez de eso, ofrece todo tipo de productos usados, sin que medie ninguna regulación de las autoridades sanitarias, y también ofrece gran variedad de alimentos que son preparados in situ, sin mínimas medidas de higiene.

Al terminar el día, sobre las calles queda: basura, desperdicios, y residuos. La basura es retirada en gran parte; pero, los residuos se adhieren a la superficie, ya cochambrosa, de las calles de la ciudad. El tránsito de personas y vehículos conduce esa inmundicia a todas partes: a la casa de cada quien, al interior de los vehículos, al transporte público, a la escuela, al trabajo, …al aire respirado por todos.

Ya se ha visto cómo el fuego consumió una casa a la que los bomberos no pudieron llegar.

También se ha visto cómo ambulancias de la Cruz Roja pasan apuros para doblar esquinas repletas de puestos.

¿Cuánto falta para que el cochambre y la ausencia de higiene actúen como vehículos propagadores de graves enfermedades?

Juan Manuel Salazar Pimentel

juanmsalazarp@gmail.com

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