San Diego

Indígenas purépechas viven sus tradiciones en BC

Los nativos de Janitzio han edificado su propia comunidad con primaria, parroquia y negocios de piñatas

PLAYAS DE ROSARITO.- Es muy probable que la piñata de la última fiesta a la que asistió en el condado de San Diego haya sido elaborada por indígenas purépechas nativos de la isla de Janitzio, Michoacán, pero radicados en Playas de Rosarito desde hace dos décadas.

Aunque no tienen una etiqueta que indique "made in…", esta comunidad elabora unas 5 mil piñatas – desde las tradicionales estrellas hasta aquellas con figuras de superhéroes o caricaturas de moda – cada semana para ser enviadas al sur de California.

Sin embargo, su mayor orgullo no es ese.

Artesanos y líderes purépechas radicados en Playas de Rosarito aseguran que pese a ser una sociedad migrante, a diferencia de otros grupos indígenas en la entidad, ellos han conservado sus costumbres y se muestran como una comunidad unidad y sólida.

"Hemos mantenido viva nuestra lengua (indígena purépecha) y nuestras tradiciones aquí debido a nuestros principios de vernos como comunidad, considerarnos como hermanos, amigos, compañeros; no nos hemos dejado en las buenas y en las malas", dijo Lázaro Guzmán, de 46 años.

Guzmán es dirigente de la comunidad indígena purépecha en esta región. Aseguró que actualmente viven unas 250 familias – alrededor de 2 mil personas – en la colonia Constitución de Playas de Rosarito, la mayor concentración de nativos de Janitzio fuera de la isla michoacana.

En el barrio, situado en una colina poblada de casas austeras de una planta con vista al mar, esta sociedad construyó con sus propios recursos – además de sus viviendas – un preescolar, una primaria, una cancha deportiva y están por terminar una capilla.

Dentro de la parroquia – todavía sin ventanas y paredes sin pintar – están las réplicas del Señor de Carácuaro, un Cristo que los purépechas consideran milagroso y que le conservan fe y esperanza para subsanar sus dificultades; y de San Jerónimo, el santo patrono de la isla de Janitzio.

La idea de traer estos íconos religiosos hasta esta región fue para transmitir su cultura a las nuevas generaciones, pero también para recordarles a los purépechas que no debían de adoptar otras costumbres, como tomar licor cada fin de semana o malgastar su dinero, dijo Villubaldo López, de 55.

López es nativo de Janitzio y vive desde 1988 en Baja California con sus cinco hijos y seis nietos. Es hacedor de piñatas y uno de los primeros purépechas que llegaron a instalarse en Playas de Rosarito.

López contó que fue pescador en la isla situada en el lago de Pátzcuaro, Michoacán. Pescaba charal blanco y trucha, pero para mediados de los ochenta comenzó a escasear la pesca, históricamente el sustento de los purépechas de esa zona, debido al desarrollo en la zona lacustre.

Como miles de nativos de Michoacán, cuna de celebraciones como el Día de Muertos y la danza de los viejitos pero también uno de los principales estados en el país expulsores de migrantes, Villubaldo salió de su hogar con su esposa e hijos a buscar mejores oportunidades de empleo.

Llegaron a vivir a la zona norte de Tijuana, donde ya estaba establecida una pequeña colonia de unos 50 indígenas purépechas que llegaron a finales de los setentas y que principalmente se dedicaban a vender elotes cocidos o asados en la catedral de la ciudad.

"Vivíamos en unos cuartitos de tres por cuatro y nos cobraban la renta en dólares, era muy incómodo para una familia. En Janitzio estamos acostumbrados a vivir muy libres, cada quien tiene su casita, nadie paga renta, uno es muy libre de salir a asolearse, tener su patio y ver el agua (lago) todos los días", dijo López.

A dos años de haber llegado a la frontera, decenas de familias purépechas de Janitzio se mudaron a Playas de Rosarito animados por su paisano Feliciano Justo, además del gobierno y ex ejidatarios que ofrecían facilidades para instalarse tras el anuncio de la municipalización.

Feliciano Justo enseñó a decenas de sus paisanos a hacer piñatas, un producto que era muy adquirido por estadounidenses que visitaban Rosarito, y pronto varias familias convirtieron sus casas en talleres de piñateros, explicó López, quien cada semana entrega cien piñatas para exportar a Estados Unidos.

En la actualidad, la mayoría de las 250 familias indígenas purépechas obtienen principalmente sus ingresos de la elaboración de piñatas. Esta comunidad estima que hace cada semana unas 5 mil piñatas de cartón.

A un costado de la casa de Villubaldo, en la calle San Luis Potosí de la colonia Constitución, está el preescolar y la primaria que construyó la comunidad bajo el nombre de "Sentimiento Purépecha".

La directora del plantel, Catalina Soto dijo que actualmente tiene 80 estudiantes, 20 de ellos de origen purépecha. Mientras que en preescolar están 70 niños, 30 hijos o nietos de indígenas de Janitzio. Aunque la escuela no es bilingüe, cantan el himno, algunos cantos y ciertas palabras en purépecha.

"Desafortunadamente no todos hablan el idioma purépecha, pero tratamos de continuar todas tradiciones y las fiestas que celebran en su tierra", comentó Soto el pasado 2 de febrero.

"Tenemos diferencias, como todos, pero con la celebración de nuestras tradiciones todos convivimos y nos olvidamos de si tenemos pleitos o rencores entre nosotros", dijo Sara Silvestre, de 39, originaria de Janitzio y madre de cinco hijos nativos de Playas de Rosarito. Ella hace 50 piñatas en su casa cada semana.

omar.millan@sandiegored.com

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