Estados Unidos

¡Frenen las masacres!

Columna

Una nueva masacre humana sacude a Norteamérica con apenas dos semanas de diferencia. En esta ocasión un ex militar de 40 años con antecedentes racistas dio muerte a seis personas y dejó heridas a otras tres en un templo de la religión hindú Sikh, en Oak Creek, Wisconsin.

Al igual que ocurrió en Virginia Tech, Columbine, Tucson, Oklahoma City, San Ysidro y recientemente en Aurora, Colorado, varias constantes se repiten en estas horrendas tragedias.

En ellas los agresores son hombres jóvenes, utilizan armas de alto poder obtenidas de manera legal y las víctimas son totalmente inocentes.

Una constante adicional sería que los asesinos son ciudadanos de apariencia normal, no son ex convictos ni padecen alguna adicción, pero que sufren un cambio súbito en su conducta y ejecutan sus fechorías con premeditación y con una pasmosa frialdad.

En la matanza de doce personas y más de cincuenta heridas en una sala de cine en Aurora, se dio un hecho inusual: ocurrió en el estreno de la última película de Batman, serie que se caracteriza por la excesiva violencia y crueldad de sus personajes, en un ambiente donde se confunde la línea divisoria entre el bien y el mal.

Estas matanzas se repiten cada vez con mayor frecuencia y han desatado una avalancha de reacciones, propuestas y condenas a lo largo de la Unión Americana y en el ámbito mundial.

Las críticas más furibundas se dirigen contra el sistema legal que permite el fácil acceso a las armas a todo norteamericano mayor de 21 años con licencia para conducir y sin antecedentes penales.

La segunda enmienda de la Constitución brinda el derecho a la posesión de armas de cualquier individuo con fines defensivos, deportivos y cinegéticos (de caza). El problema es que esta enmienda fue promulgada en 1791 cuando la realidad social era muy distinta y cuando además no existían armas tan sofisticadas y poderosas como en la actualidad.

Miles de norteamericanos han denunciado a través de las redes sociales que no existe un funcionamiento correcto en el manejo y control de las armas, pero los políticos no han podido o no han querido encontrar soluciones adecuadas para este complejo asunto.

En las últimas semanas se han barajado varios proyectos legislativos, desde prohibir la venta de armas y municiones por la vía de internet hasta limitar de nueva cuenta el acceso a los rifles de asalto y armas de alto poder que antes estaban sujetos a un mayor escrutinio.

Pero no será fácil avanzar en plena etapa electoral y cuando los políticos están muy ocupados en sus campañas y estrategias para atraer votos y no en promover legislaciones polémicas.

Lo cierto es que algo no funciona bien en un país en donde resulta más tedioso obtener legalmente una licencia de automovilista o incluso un medicamento antibiótico que una pistola de 9 milímetros o un rifle AK-47.

Hay otras implicaciones profundas de esta problemática que poco se abordan. Estos atentados son perpetrados por asesinos solitarios que registraron síntomas de una conducta errática que no fue detectada y reportada a tiempo por ninguna institución o autoridad.

No son, pues, como dicen algunas voces, hechos aislados y ajenos al terrorismo. Estas matanzas tienen muchos elementos en común y forman parte de la ola de violencia mundial desde el momento mismo que agreden a inocentes de una manera salvaje y alevosa.

El alcalde de Nueva York, Michael R. Bloomberg, dice que "no cree que haya otro país desarrollado en el mundo que tenga remotamente el problema que tenemos… Nosotros tenemos más armas que personas en el país".

Bastaría prohibir las armas de alto poder y subir el límite de edad a 25 años para evitar estas masacres, pero será difícil que se modifiquen las leyes por esa obstinación política de mantener una libertad excesiva que ha sido bien aprovechada por estos locos asesinos que tantas muertes y sufrimiento humano han causado.

¿Cuántas tragedias más tendrán que suceder para tomar acciones drásticas y rigurosas? ¿Deberemos en Estados Unidos esperar a que se repita otro 9/11 u otra masacre tan dolorosa como la de Aurora, Colorado? ¿O acaso son más importantes las armas que las vidas humanas?

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jhealy1957@gmail.com

José Santiago Healy escribe para Enlace, el semanario en español del UT San Diego

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