Vida

Nacemos sin instructivo

Consejos para fortalecer a nuestra familia

Los padres tienen el ineludible privilegio y deber de educar a su hijos. El privilegio de prepararlos les permite aportar para elevar su existencia y la de los demás, haciendo del mundo, un lugar mejor. La acción educadora del Padre y de la Madre, es irremplazable.

En la escuela se instruye académicamente, sin embargo es en la familia donde se da y recibe la educación necesaria para que los hijos se formen.

Una vez me decía una amiga, "todo viene con instructivo, pero a mi hijo, por mas que lo reviso por todos lados, no le encuentro el instructivo y me da mucha angustia pensar que no lo voy a educar bien".

La tarea de educar a los hijos no es fácil, porque el niño está expuesto, el entorno le afecta tanto para lo bueno como para lo malo. Hay influencias negativas y debemos de estar alerta para neutralizarlas, y a la vez influencias positivas que hay que descubrir, potencializar, alimentar y sostener.

No se educa a los hijos igual que lo hacían antes nuestros padres, ya que las influencias externas, son diferentes y nos presentan nuevos retos. El mundo evoluciona con un ritmo acelerado, y debemos de ponernos en guardia contra todo pensamiento negativo que nos prohíba sacar adelante a los hijos.

Es verdad que no existen recetas universales, al igual que no existen dos personas idénticas, pero si podemos apoyarnos en principios generales que nos orienten y nos ayuden a evitar muchos problemas..

La educación es una ciencia y a la vez un delicado arte. Esta dirigida a seres humanos, con toda su complejidad. No se construirá un edificio, sin el apoyo de ingenieros o arquitectos, o nos dejaríamos operar sin un cirujano confiable, por lo tanto debemos de prepararnos para poder llevar a cabo la maravillosa tarea de la educación de los hijos.

La educación de nuestros hijos no debe de ser improvisada, la educación es una guía para que ellos aprendan a conducir su espíritu, su voluntad, su razonamiento y sentimientos.

La educación de los hijos requiere humildad y responsabilidad. No existen técnicas universales e infalibles. A menudo, lo que funciona para un hijo, para el otro puede no resultar o ser diferente.

Se debe de ser firme desde los comienzos de la vida del niño. Los padres han de preocuparse por conocer a su hijo, analizar sus conductas, reacciones, gustos preferencias, inclinaciones, etc. por lo que habrán de observarlo.

Para conocerlo es indispensable comunicarse con él, tener empatía, comprobar sus disposiciones, adivinar sus tendencias y conocerlo en su interior. "Ponerse en sus zapatos y caminar la milla".

Hay tres cosas que son muy útiles para educar bien a los hijos: Ejemplo, optimismo y espiritualidad.

EL EJEMPLO: La palabra convence pero el ejemplo arrastra. Por imitación el niño aprende a actuar. Si somos un buen modelo para nuestros hijos, transmitiremos las virtudes y los principios familiares. De paso, al esforzarnos a ser un buen ejemplo para nuestros hijos, nos beneficiamos al ser mejores personas. Habremos trascendido positivamente.

EL OPTIMISMO: Una educación fuerte, es a la vez una educación alegre. El buen humor y la alegría son ingredientes necesarios para formar hijos y familias felices. El anhelar y trabajar para el bien, de manera disciplinada, donde los resultados positivos son palpables y permanentes, ayudan a percibir y conservar lo que se aprende.

LA ESPIRITUALIDAD: Una educación basada en valores, aportándole sentido a la vida, a los demás y al mundo que nos rodea. Eduquemos mas para la generosidad y el respeto; para la valentía y la nobleza, y para la solidaridad y el progreso. Avancemos y conduzcamos a los nuestros hacia el bien.

La mejor forma de trascender como padres es a través de nuestros hijos. Es el mejor legado que le podemos dejar al mundo. Personas de bien, confiables y felices, poseedoras de una formación sólida y que aspiren a ser mejores en todo momento.

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