Cinco generaciones de una familia hispana trabajan en la conservación de una misión católica

Durante más de seis décadas, cinco generaciones de la familia Morales han trabajado en la restauración de la Misión San Xavier del Bac, en el sur de Arizona, uno de los puntos turísticos de mayor atracción en el estado.

Tucson, 18 abr (EFE).- Durante más de seis décadas, cinco generaciones de la familia Morales han trabajado en la restauración de la Misión San Xavier del Bac, en el sur de Arizona, uno de los puntos turísticos de mayor atracción en el estado.


Ubicada a las afueras de Tucson, la Misión San Xavier, conocida como la "Paloma Blanca del Desierto", no solo es un lugar turístico, sino también es parte fundamental de la historia y cultura de los residentes de esta región.


En 1947, Ernesto Morales, un inmigrante mexicano originario del estado de Sonora, comenzó a trabajar en la restauración de la Misión utilizando sus conocimientos sobre el uso del adobe, una de las técnicas más antiguas de construcción basada en una mezcla de tierra con la que se forman bloques y se construyen paredes y muros.


Ese trabajo lo continuó su hijo Napolino Morales, quien a su vez enseñó a su hijo Sonny.


Hoy en día Daniel Morales, de 49 años y dueño de la compañía Morales: Constructores y Restauradores Inc., lo continua junto a su padre, Sonny, y su hijo, Vincent.


"Sin el conocimiento de mis antepasados, el de mi abuelo y el de mi padre, no podríamos hacer este trabajo", dijo Daniel en entrevista con Efe.


Durante todo este tiempo la familia no solo ha trabajado en la restauración de la estructura original de la Misión, construida hace 214 años, sino también ha participado en la construcción de nuevos edificios aledaños.


La estructura original ha sido vulnerable al paso del tiempo y al inclemente clima del desierto.


"Para nosotros es un orgullo que nuestra familia forme parte de la historia de San Xavier, hemos trabajado con mucha gente, pero siempre juntos en familia", señaló Daniel Morales.


Para el trabajo de conservación del lugar, los principales problemas que enfrentan es buscar la manera más segura para hacer las reparaciones necesarias manteniendo la seguridad del personal y conservar la estructura original.


"La iglesia fue construida originalmente con una mezcla de tierra, jugo de cactus y arena, pasados los años, mucha gente ha tratado de preservarla utilizando todo tipo de materiales, tratando de utilizar las últimas invenciones, pero nos dimos cuenta al paso del tiempo estas causan más daño, por lo que se decidió mantener la técnica original de construcción", dijo Daniel, quien tiene 31 años trabajando en la restauración de la "Paloma Blanca del Desierto".


Con manos firmes y disfrutando de su meticuloso trabajo, Sonny, de 76 años, tiene la tarea de rellenar los espacios que hay entre los tabiques con una mezcla hecha a base de tierra, la misma mezcla que utilizó su padre y su abuelo.


"Hay ocasiones en las que removemos material, partes de alguna pared y vemos el trabajo que mi padre o que mi abuelo hicieron", dijo Sonny a Efe.


Aseguró que la Misión San Xavier es una parte importante de su familia, no solo porque en ella han trabajado de generación en generación sino también porque aquí han sido bautizados varios de sus miembros.


"Todos aquí nos conocemos, hemos hechos muchos amigos con el paso de los años", comentó.


Actualmente, el grupo trabaja en la restauración de una de las paredes originales de la Misión San Xavier, un trabajo que llevará más de un año en ser terminado.


La responsabilidad de mantener la tradición familiar y transmitir sus conocimientos a las generaciones futuras recae en los hombros de Vincent Morales, hijo de Daniel y nieto de Sonny, de 21 años.


"Para mí es un orgullo trabajar junto a mi padre y mi abuelo, me han enseñado mucho y sé que aún tengo mucho más por aprender y espero que algún día cuando tenga hijos también trabajen aquí en la Misión", dijo Vincent a Efe, quien aseguró que trabaja en San Xavier desde que tenía cinco años.


La Misión San Xavier del Bac fue fundada en 1692 por el misionero jesuita Eusebio Francisco Kino.


Hasta la fecha continua funcionando como una iglesia y es visitada anualmente por cerca de 200.000 personas.

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