San Diego

Deportados encuentran asilo en "la Línea"

Alrededor del 50 por ciento de los trabajadores de los curios vivían en Estados Unidos

TIJUANA - No niegan sus errores. Saben que el haber incurrido en alguna ofensa los trajo hasta aquí, y ahora ven en el trabajo una segunda oportunidad y quizá la esperanza de algún día regresar a casa con su familia.

Más de 50 mil vehículos que transitan diariamente la frontera ya se percatan de su existencia. Son trabajadores, vendedores de curios o calcomanías, en ocasiones buscados y otras tantas ignorados.

Lo que mucha gente desconoce son las circunstancias que los llevaron hasta ahí.

Llegaron un día deportados de los Estados Unidos, sin conocer a nadie, sin tener un techo a donde llegar, ni unos cuantos pesos para comunicarse con los suyos.

Muchos en sus zapatos han encontrado refugio en las drogas y el alcohol, durmiendo debajo de los puentes o en zonas aledañas a la avenida Internacional de Tijuana, a unos cuántos pasos de la frontera, mientras planean su regreso a territorio norteamericano.

Pero otros han encontrado en el trabajo una forma de salir adelante en la ciudad que saben será su nueva casa, misma que les permitirá estar cerca de su familia, aunque no puedan regresar con ellos.

Cuauhtémoc Meza Pérez, de 35 años, es ejemplo de ello. El originario de Sinaloa, fue deportado hace seis meses de los Estados Unidos, y ahora se dedica a vender curiosidades a los automovilistas que transitan diariamente por la garita de San Ysidro.

"Es difícil llegar y empezar de cero", confiesa el alguna vez residente de Vista.

El hombre de ascendencia mexicana tenía todo lo que podía pedir, familia, amigos y su propia empresa dedicada a pulir carros, misma que le daba lo suficiente para mantener su casa al norte del Condado.

Atrapado por autoridades de inmigración tras incurrir en ofensas menores (misdemeanors, en inglés), se vio obligado a firmar su "salida voluntaria", luego que agentes le aseguraran que de no hacerlo pasaría un tiempo en prisión y eventualmente sería deportado.

Lo que más le duele es haber dejado a sus hijos de 10, 11 y 13 años con sus padres; el nombre de una ellas lo lleva tatuado en el cuello.

"Fue difícil encontrar trabajo, cuando llega uno deportado lo primero que piensan es que eres un convicto drogadicto, pero no ven que muchos queremos salir adelante y hacer las cosas bien", comenta Meza Pérez.

Ahora todo es más difícil. La situación económica ha hecho que las ventas en "la línea" se hayan venido abajo y asegura, que si "bien le va", saca a lo mucho unos 20 dólares al día.

"La gente me pregunta que si me gusta mucho comer pan y café y no es así, pero es para lo único que me alcanza a veces".

El lado izquierdo de la garita de San Ysidro, se ha convertido en un auténtico oasis para trabajadores deportados. Se estima que el 50 por ciento de las personas que ahí trabajan vivían en los Estados Unidos.

Su habilidad para hablar inglés les ayudó a conseguir este empleo.

"Los americanos se sorprenden al escucharme. Me dicen, 'Oh, hablas inglés', yo me rió y les contestó 'Oh, usted también'", cuenta Meza.

El mayor reto de los vendedores es el rechazo de los conductores. "Hemos tenido que correr a los lavacoches porque por lo general los conductores suben la ventana por ellos y eso nos afecta, ya no escuchan lo que tenemos que vender", afirmó Meza.

Según Meza, las largas filas no significan grandes ventas, por lo general es gente que cruza todos los días.

"Ellos no compran nuestras cosas, son más bien los turistas, en particular los mexicanos. Los americanos no compran como antes", agregó.

"La línea" se ha convertido en un respiro para muchos, donde saben hay más personas que atravesaron por su misma situación y que pueden ayudarse entre ellos.

El no pagar multas de tránsito, llevó de vuelta a México al joven Samuel Vargas, de 23 años, originario de Guerrero, hace apenas dos meses. De la misma forma, obligado a firmar una salida voluntaria.

El vendedor de curios se hizo de amistades en Tijuana que le ayudaron a encontrar un trabajo digno.

"Empecé a hacer amistades aquí que me echaron la mano, así fue como me fue alivianando aquí en Tijuana", mencionó Vargas. "Hay mucho apoyo aquí (en la garita), como hay otros que pasaron por lo mismo, aquí nos echamos la mano en el trabajo".

En San Diego se dedicaba a labores de mantenimiento mientras estudiaba. Cursó la primaria, secundaria y preparatoria en escuelas norteamericanas y estaba a punto de ingresar a un colegio comunitario cuando su suerte cambió.

Ahora, está dispuesto a establecerse en dicha entidad mexicana, sabe que aunque no gana económicamente lo que ganaba en Estados Unidos, ese no es pretexto para perderse en los vicios.

"Tengo que empezar desde abajo para subir a donde estaba", enfatizó.

"Muchos se meten a las drogas porque se estresan al no ver a su familia, se echan a la perdición, otros lavan carros o buscan otra forma de sacar algo de dinero, pero yo quiero acomodarme, hacer una vida buena aquí en Tijuana".

Hay otros trabajadores cuyo único delito fue transitar en el lugar incorrecto a la hora incorrecta.

Jonathan Rodríguez salió a una fiesta a altas horas de la noche, sólo para ser interceptado por autoridades de inmigración. Ahora, después de mucho esfuerzo, encontró un trabajo estable vendiendo calcomanías de la marca "Estickers" en la garita.

"Te dijimos que no salieras a la calle, eso fue lo último que mi familia me dijo", recuerda el joven de 25 años.

Rodríguez llegó ilegalmente a los Estados Unidos a los dos años en brazos de su abuelo, su vida y sus conocidos están en San Diego.

"Es difícil vivir en Tijuana cuando no se encuentra trabajo", aseguró.

Su familia lo visita de vez en cuando en cierto punto de Tijuana y están orgullosos de ver cómo ha podido salir adelante por su propia cuenta.

"Primero lavaba carros, pero después conocí a un muchacho que vendía ´Estickers´ y me dieron un espacio para trabajar aquí", agregó.

Las autoridades de inmigración mexicanas mencionaron que tan sólo el año pasado unas 120 mil personas fueron deportadas por la garita de San Ysidro.

El mayor mensaje que ellos quieren dar, es dejar claro que el ser deportado no es sinónimo de delincuente.

Reconocen sus errores y están dispuestos a empezar de cero, refugiándose en su trabajo para ver por los suyos, aquellos que dejaron en Estados Unidos y con los que esperan poder reunirse algún día.

Alexandra.mendoza@sandiegored.com

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