Tijuana

Los últimos sastres

Un oficio en extinción en esta frontera

TIJUANA.- Los sastres en esta ciudad se descosen. Su oficio está en extinción y es posible que en pocos años no exista alguno.

Cada vez es más difícil encontrarlos en esta frontera donde hubo casi una centena de costureros que confeccionaban lo que llaman "hechuras a la medida": trajes y vestidos – con telas importadas de Europa – principalmente para clientes estadounidenses, artistas y políticos de la región.

Algunos de estos artesanos de aguja e hilo aseguraron que su trabajo sucumbe ante la confección industrial, las crisis económicas, la inseguridad, la inevitable muerte de algunos de ellos y la falta de relevo generacional; aunque también por una falta de innovación de éstos.

"Si nos ponemos muy estrictos, en Tijuana ya no hay sastres sino puros 'compostureros', gente que arreglamos bastillas, componemos hombros o mangas de chamarras y abrigos; curiosamente, un trabajo que antes los sastres despreciaban", dijo Pedro Cerda González, de 41 años.

Él es propietario de la sastrería Charly, ubicada en el bulevar Agua Caliente y fundada hace cuatro décadas por su padre, el sastre Carlos Cerda Palomares, quien todavía en la década de los noventa del siglo pasado confeccionó ropa para el cantante Juan Gabriel, el boxeador Julio César Chávez y algunos narcotraficantes que le encargaban docenas de trajes cada año.

Según Cerda González, en los últimos 25 años comenzó a escasear el trabajo. La mano artesanal del costurero se sustituyó por maquiladoras que abarataron la venta de prendas; se volvió "una necesidad" el cambiarlas cada temporada por otras que estuvieran a la moda y con ello también se degradaron los tipos de tejidos y las costuras de las telas.

"Cosa de los nuevos tiempos", sintetizó con nostalgia Ignacio Yáñez Varo, de 80 años, 49 de ellos al frente de la sastrería Yáñez, ubicada en la calle Quinta y Miguel F. Martínez del distrito Centro, que para cuando este artículo se publique ya habrá cerrado.

"Todos ahora quieren usar lo 'nuevo', lo que está a la moda, ya nadie se toma la molestia de ir a una sastrería con toda la calma del mundo para hacerse un traje", agregó. "Esos tiempos ya terminaron, ya nadie quiere ropa que le dure 20 años, con buenas telas. Todo ahora se deshecha incluso el mismo año que se adquirió".

Yáñez Varo es uno de los sastres más antiguos de la ciudad. Aseguró que tenía como clientes a decenas de estadounidenses, ex alcaldes y ex gobernadores del estado y algunos representantes de clubes sociales y deportivos de la entidad.

Pero en los últimos 15 años el negocio fue escaseando, las rentas se hicieron muy pesadas y se planteó la idea de cerrar de forma definitiva.

El pasado 25 de marzo estaba empacando sus cosas. Sólo quedaba en su pequeño taller – una tradición que tenían los sastres era tener un local de apenas tres metros cuadrados que llevara por nombre sus apellidos – la máquina de coser y una lámpara.

"Yo siento que no fue un problema el precio de la ropa hecha por un sastre, pues en muchas tiendas hay prendas más caras; sino más bien la gente perdió el gusto que había en otros tiempos. Hoy ni siquiera se dan cuenta que traen un traje que les queda mal o si se dan cuenta lo dejan así", dijo Yáñez Varo.

Para el sastre Everardo Escalante Robles, de 73 años, las telas de antes tenían un "alma" distinta. Los tejidos eran gruesos y contaban adentro con una tela intermedia que les daban durabilidad a la prenda que se hiciera.

"Hoy sería imposible. Las cosas en el mundo actual están hechas para usar y tirar, son de baja calidad. Pero a quién le importa ahora… Es la cultura del consumo", dijo Escalante Robles, quien tiene 52 años como alfayate, 36 al frente de la sastrería que lleva su apellido en la calle Madero, entre Décima y Novena en el distrito Centro.

Él aseveró que no ha cerrado su negocio porque su familia quiere que se mantenga activo, aunque hay ocasiones que sus hijos le apoyan para pagar la renta, el agua o la luz del local. Muy atrás quedaron los tiempos que hacía hasta doce trajes cada semana para residentes de San Diego.

Nunca hubo una asociación de sastres en la ciudad, ellos mismos aceptan que incluso tampoco había amistad. Pero coinciden en que entre los años 1950 a 1990 hubo unos cien costureros en la ciudad que, sin embargo, trabajaban siempre prendas tradicionales, ninguno inventaba. Hoy se pueden contar con los dedos de una mano.

"Tal vez ahí estuvo nuestro problema, seguimos haciendo las mismas cosas y muchos de nuestros hijos, que podrían tener mejores ideas, no quisieron ser costureros", dijo Yáñez Varo.

En las memorias de estos cortadores recuerdan sobre todo las sastrerías Pérez, Fernández, Caballero Elegante, Cortadores de México, La moda al día, El príncipe y El rey de la moda, todas en el Centro de Tijuana.

Varios de estos sastres trabajaban en sus talleres hasta con 200 máquinas japonesas de coser. Muchos incluso trabajaban en toda la costa del Pacífico, vistiendo a gente adinerada en fiestas celebradas en la Baja, Sinaloa, Nayarit y Colima.

"La gente vestía bien entonces, los trajes eran únicos, quedaban contentos y nos recomendaban. Aquello ya no existe hoy", agregó Escalante Robles.

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