TIJUANA.- Cada domingo, media centena de amantes del danzón se reúnen a las tres de la tarde en la explanada del antiguo Palacio Municipal, entre las calles Segunda y Constitución del distrito Centro.

La mayoría son personas que sobrepasan los 60 años y siempre son más mujeres que hombres. Todos aseguran que estar ahí les quita años e incluso a algunos también les hace que se desprendan de recuerdos tristes.

"Para mí venir aquí fue como una medicina para aliviarme del dolor que sentía cuando quedé viuda. Ha sido curioso, porque durante los 40 años que duré casada nunca bailé danzón con mi marido, no le gustaba, a pesar de que yo lo aprendí a bailar desde los quince con mi papá, en Oaxaca", dijo Estela García, de 64.

García llegó puntual al antiguo edificio una tarde reciente y apenas comenzó en el sonido el ritmo de Nereidas, interpretado por Acerina y su Danzonera, comenzó a mover sus hombros y piernas en la silla donde estaba sentada, al poco rato ya estaba bailando con un caballero en la explanada, usada como pista.

"La gente aquí se transforma, se vuelve más joven. Nosotros decimos que se sacude el síndrome de ancianidad, esos achaques cuando llega a uno viejo y piensa que la vida ya acabó, que nos quedamos solos", dijo Miguel Rodríguez, de 68.

Rodríguez es el coordinador de este programa, llamado "Tardes de danzón y otros ritmos", que es auspiciado por el Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC).

Rodríguez explicó que empezaron a bailar danzón hace cuatro años en el club Época de Oro, una sociedad de personas de la tercera edad en la calle Segunda y J del distrito Centro. Convocaban cada miércoles y durante las primeras semanas asistían solo los miembros del club; sin embargo, después de dos meses acudieron muchas personas de fuera.

Poco después, la entonces directora del IMAC, Teresa Riqué, los invitó a amenizar de junio a agosto de 2008 Las tardes de danzón y otros bailes de salón en el histórico Parque Teniente Guerrero del Centro, donde reunieron a cientos de personas.

"Cuando acabó esa temporada, mucha gente comenzó a preguntarme por qué no buscaba un lugar donde pudiéramos bailar todo el año y fue cuando el IMAC nos prestó el antiguo Palacio. Pasamos la voz y ha habido tardes en que hay hasta 300 personas bailando, apenas y cabemos", dijo Rodríguez.

Esa tarde, sin embargo, unas 40 personas asistieron. Alrededor de la explanada colocaron sillas y algunas damas impacientes, luego de ver que pocos hombres estaban, decidieron invitar a sus amigas y bailar como si tuvieran una pareja imaginaria.

"Hay veces que se ha suspendido el baile porque llueve o hace mucho frío y para mí es como si ese día no hubiera comido, así me pasa, me siento como si me faltara algo, pues toda la semana estoy emocionada porque voy a bailar el domingo", dijo María Eva Sáinz, de 59.

Sáinz comentó que se separó de su pareja hace cinco años. Estaba deprimida, pero una amiga la invitó hace tres años al danzón y su ánimo comenzó a cambiar. Bailaba puro norteño desde su infancia en su natal Sinaloa y el nuevo ritmo la sacudió. Hoy la emociona incluso sólo escucharlo.

"No sé cómo, pero se me hizo menos difícil la vida, hasta yo me río de eso, pero es verdad", agregó la sinaloense.

Algunos de los asistentes aseguraron que han hallado en esas tardes buenas amistades, noviazgos y compadrazgos; otros indicaron que encontraron simplemente personas que los comprenden; unos más dijeron que en los bailes habían reafirmado su relación.

Una de estas últimas parejas era Reyna de Albarrán, de 69, y su esposo Pablo Albarrán, de 70, quien se definió como carrocero, pintor, cantante y excelente bailador de mambo. Ellos tienen casi 40 años de matrimonio.

"Para nosotros estas son tardes de 'relax', para sentirnos bien. Esos sonidos nos remontan a nuestra época. Nos están inyectando vida", dijo Albarrán, mientras el mambo "Aquellos ojos verdes", interpretado por el genial Pérez Prado, invadía el lugar.

Esta noticia fue publicada originalmente por Enlace, el semanario en español de San Diego Union tribune. editorial@mienlace.com