Tijuana

La fiesta de la calle Sexta

Una antigua y abandonada calle se reinventa y se convierte en un animado carnaval

TIJUANA.- Una antigua calle que fundadores de esta ciudad cruzaron y después abandonaron es ahora el lugar de moda entre jóvenes y el sitio ideal para esperar el nuevo año.

La calle Sexta del distrito Centro era un referente para residentes de esta urbe por su viejo y destartalado cine Roble, los antiguos almacenes Estudillo, sus consultorios médicos y algunas paredes con murales sicodélicos.

Pero este año se convirtió en el sitio nocturno de moda de Tijuana, un verdadero carnaval entre las cuadras que cruzan la Constitución, Revolución y avenida Madero.

Es el punto de reunión para residentes de todas las edades, principalmente jóvenes menores de 30 años.

Caminar por esa calle – sobre todo las noches de los viernes, sábados y días festivos – es también una metáfora de lo que ha pasado en esta ciudad en los últimos años: un mapa de clases sociales y de generaciones.

Van desde estudiantes universitarios, obreros de alguna maquiladora, artistas locales, profesionistas que todavía no llegan a los 40 años, adultos de la vieja guardia que han sorteado todas las crisis, taxistas y hasta empleados de tiendas y restaurantes.

Todos con ánimo festivo se mezclan entre antiguos bares y salones de baile – que tres años atrás eran visitados principalmente por migrantes o gente de clase media y baja – y cantinas de reciente apertura.

La música puede dar una idea de lo que pasa en esa calle. Se escucha desde una atronadora banda sinaloense en vivo, DJ´s con el autista ritmo electrónico, salsa, una cumbia ochentera de La Sonora Dinamita, boleros rancheros de Javier Solís, rolas del álbum negro de Metalica, acordeones de un grupo norteño, trova y hasta la melancólica voz de Thom Yorke de Radiohead.

Este fenómeno nació justo cuando las autoridades recomendaban a la población no salir de sus casas tras mil 564 asesinatos y 488 personas secuestradas sólo en la ciudad entre 2008 y 2009.

Para algunos dueños de bares de esa zona, esta rareza es un renacimiento del ambiente que había en la ciudad antes de la recesión estadounidense, del AH1N1, de los atentados del crimen organizado y del 11 de septiembre de 2001.

Otros propietarios de cantinas, sin embargo, lo ven como algo pasajero que no durará mucho, "una ilusión de que la frontera está cambiando".

Adentro de los bares los parroquianos dicen que están redescubriendo la ciudad, otros hablan de que están bajando a los infiernos de Tijuana, a la leyenda de perdición, y asisten con una curiosidad malsana. Otros más simplemente ríen y se emborrachan.

¿Cómo es que surgió este fenómeno? ¿Cuándo las sinfonolas de estos lugares dejaron de tocar cumbias clásicas y dejaron paso a un rock alternativo o un pop moderno?

Rosa Aída de Escobedo, de 69 años, propietaria del bar Dandy del Sur, que tiene 57 años en la ciudad, explicó que hace tres años comenzaron a visitar su lugar decenas de jóvenes relacionados con las artes. Leían poesía, presentaban libros o hacían alguna exposición.

El colectivo Nortec había compuesto una canción con el título igual que el bar y pronto otra oleada de jóvenes buscó conocer el lugar, dijo.

"La música comenzó a variar un poco", agregó. "Buscaban rock, pero también ponían en la sinfonola rancheras clásicas. A nosotros nos sorprendió como estos jóvenes se hacían nuestros clientes y también programaban la música que normalmente se tocaba".

Conforme la violencia arreciaba y la crisis inmobiliaria de Estados Unidos se expandía a todo el mundo, la avenida Revolución y el resto de los locales del distrito Centro lucían solos. Poco a poco cerraban comercios y se colocaban letreros de venta o renta.

José Luis Flores, de 29 años, fue uno de los empleados despedidos de un restaurante de la calle Sexta que cerró en el 2007.

Aseguró que se fue a trabajar a La Estrella, un popular salón de baile con 30 años en la misma calle que era visitado principalmente por obreros, migrantes y empleadas domésticas.

"La Estrella sintió la crisis, como todos los comercios, pero continuó porque no dependía del turismo sino de la gente de aquí. Pero este último año pasó algo curioso, comenzaron a venir muchos jóvenes y a poner su música, ya no se tocaron cumbias viejitas sino reggaeton y banda", explicó Flores, quien ahora es gerente del salón.

A la par que antiguos bares y cantinas comenzaban a ser visitados por jóvenes, otros empresarios abrieron en la misma calle bares tipo pub o con cortes culturales.

"Nosotros éramos once personas que teníamos la misma inquietud, queríamos empezar a regresar a la gente a las calles de la ciudad, crear nuevas opciones de entretenimiento para los tijuanenses", explicó Mirza Muñoz, una artista plástica de 29 años.

Ella es propietaria del bar Santa Leyenda, que abrió en diciembre de 2009 y ofrece a sus clientes sólo mezcal y es miembro del colectivo artístico Numen 13. En el mismo callejón están los bares temáticos Indie Go, Kalimotxo 1972 y Bunker.

Para Margarita Figueroa de Torres, de 52 años, propietaria del Rubéns Bar, una cantina con 42 años en la Sexta, este fenómeno comprueba que la ciudad no depende sólo del turismo sino que puede subsistir con la gente que reside aquí, con clientes locales.

Sin embargo, Giuseppe Di Carlo, de 79 años, cree que el boom de clientes que abarrotan la calle Sexta es pura ilusión.

Di Carlo es propietario desde hace 40 años del Tropic´s Bar, una cantina que aglomeraba en su tiempos de oro a los marinos estadounidenses en sus noches de juerga en la frontera.

"La mayoría (de los clientes actuales de la calle Sexta) son jóvenes universitarios que sólo consumen cerveza y quieren ir de un lugar a otro, conocer. Se recibirán y no regresarán más. Hay algunos, cada quien, que visten de manera estrafalaria, no se ve seriedad en ellos", dijo el propietario. "Esto es algo pasajero".

omar.millan@sandiegored.com

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