La comida callejera sorprendente es un hecho al sur de la frontera, y yo estaría mintiendo si dijera que algunas de mis más memorables comidas –para bien o para mal- no fueron concebidas en el interior de una bestia de acero de cuatro ruedas. Pero un camión de comida orgánica emblemática de Rosarito era demasiado tentador para dejarlo pasar.

Enrique Murillo pisó el freno de La Pilita hace poco más de un mes y no se ha movido mucho desde entonces además de ir a Tijuana en julio para su debut en la gran ciudad durante el primer Baja Beer Fest sobre la Avenida Revolución.

La Pilita está localizada en una calle lateral entre la playa y el Boulevard Rosarito, la vía principal que atraviesa la ciudad. Sus instalaciones son limpias y minimalistas pero sin perder el estilo, cuenta con unas cuantas mesas de bar esparcidas sobre una terraza de madera, un toldo de lona naranja que llega hasta la calle y un lavamanos instalado al lado del asador de metal. Está un poco escondida, llegar a ella implica navegar una serie de caminos de un sentido hasta que finalmente se llega a la calle del Álamo. Grandes estandartes extendidos sobre la calle indican en dónde doblar (y lo agradecemos, pues es fácil perderse). Si vas al sur y llegas a Zeta Gas, has ido demasiado lejos.

El nombre entra en detalles en el logo, que es una especie de tótem animal con una gallina sosteniendo una gran cuchara sobre un conejo que a su vez está sobre una vaca.

El pescado frito y los tacos de camarón son básicos (es Rosarito, después de todo), pero los tacos de venado, cordero y pato son los platillos principales. El resto del menú cambia regularmente. De acuerdo al protocolo de los camiones de comida gourmet contemporáneos, Murillo atrae a su clientela con anuncios diarios en redes sociales. Ese día específicamente el especial era ceviche de aleta amarilla y almeja -mezclado con trozos de aguacate, rebanadas de jícama, pepino y maíz- eso, además del jugo que queda (perfecto para remojar trocitos de tostada) recordaba un sashimi.

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[p]Tenían un barril de La Bombera, hecha por la cervecería artesanal ensenadense Canneria, sucede que esta ale roja acaba de ganar el título de Mejor Cerveza en el Baja Beer Fest. (Declaración total: esta cerveza es fabricada por Francisco Talamante, el presidente de la Asociación de Cerveceros Artesanales de Baja California, organizadores del festival. Fue gracias a Talamante que supimos de La Pilita en primer lugar.) La idea, dice Murillo, es reintroducir el concepto de comida orgánica a los locales, algo que hace utilizando en su cocina móvil productos cosechados en la región y que usualmente se destinan para exportar. Hace sus compras en Rancho Reynoso, una granja en el kilómetro 53 de la carretera libre a Ensenada, cuyas cosechas generalmente se envían al exterior. Oficialmente no está abierto al público, pero Murillo dice que sólo tienes que preguntar por Fabián y estás dentro.

La necesidad de reintroducir conceptos orgánicos a un entorno tan lozano y fértil como lo es Baja California puede verse como algo redundante. Eso es hasta que recuerdas que estás en un lugar donde la mayor parte de lo que viene de la tierra termina no en boca de los locales, sino en mesas miles de millas al norte de la frontera. Como resultado, las verduras frecuentemente marchitas y los vegetales enlatados se convirtieron en la norma. En la mesa de contigua había una pequeña reunión de restauranteros de Puerto Nuevo disfrutando su día libre cuya mera presencia en La Pilita disipó cualquier duda concerniente a la autenticidad o el control de calidad. Incluso cuando llegó la cuenta. Dos órdenes de ceviche, nueve tacos y siete vasos de 10oz de Bombera alcanzaron un gran total de $579 pesos o $43 dólares y algo de cambio. Nada mal para una dosis de mar y tierra orgánica que alimentó felizmente a cinco.

La Pilita en Facebook: https://www.facebook.com/lapilita.foodtruck

Nota Original: Tom Gatch, Baja.com info@baja.com

Traducción: Karen.Balderas@sandiegored.com