Han acontecido ocho años del avionazo que cobró cuatro vidas y del cual sobrevivieron únicamente dos pasajeros: el integrante de Blink-182 y el DJ Adam Goldstein (quien falleció de una sobredosis el siguiente año). Las heridas físicas de ambos conllevaron una delicada recuperación, pero no se había profundizado públicamente sobre sus cicatrices psicológicas hasta hoy.
Esta semana saldrá a la venta la autobiografía de Travis Barker "Can I Say: Living Large, Cheating Death, and Drums, Drums, Drums", libro en el cual se explaya sobre los altos y bajos de su vida de excesos. Uno de los capítulos más poderosos de esa odisea es sin duda el parteaguas trágico de la colisión en Carolina del Sur.
"Mi desayuno eran cuatro blunts (porros envueltos en hoja de tabaco), cuatro Vicodins, un Valium, un Oxycodone " confesó en Billboard. "Porque era la única forma que podía salir de la casa. Tenía que medicarme antes de que pudiera pensar en subirme al carro." Su adicción a los analgésicos llegó a tal punto que tenía un guardia de seguridad que velaba para monitorear su respiración en la noche.
"Era bastante patético. Mis huesos estaban muy frágiles de tanto analgésico" reconoció Barker. El músico también comentó sobre aquella vez que abandonó un tour en Europa porque era un auténtico "basurero". "Tuve que llamar a Mark [integrante de Blink-182] y decirle 'Oye hermano, estoy al borde del suicidio. Me estoy volviendo loco y necesito irme a casa'."
Con información de Entertainment Weekly
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