De pequeños todos conocimos al niño dueño del balón. Aquél que siempre llevaba la pelota a la calle y que, por lo mismo, se sentía mejor que el resto. Ese niño berrinchudo y prepotente se creía amo y señor del juego porque sin su pelota se acababa la diversión. Él era el mandón y los demás hacían lo que él quería.
Pero un buen día apareció un niño nuevo con su propio balón bajo el brazo. La atracción fue mucha para los demás. El balón que él traía era mucho mejor que la pelota de plástico del otro. El primer niño se sintió intimidado por ello y en lugar de aceptar que el otro también jugara, amenazó al resto que si jugaban con el nuevo, ya nunca los invitaría a sus fiestas ni los dejaría usar su balón.
Así son los niños, hacen berrinches cuando les quitan la corona, es lo más normal del mundo. ¿Pero qué pasa cuando el que hace el berrinche se llama Ricardo Salinas Pliego y su balón vale varios cientos de millones de dólares?
Lo que vimos el viernes pasado en la transmisión del juego entre Pachuca y Monarcas, válido para la fecha 8 del Apertura, trascendió todos los estándares deportivos y de negocios. Salinas Pliego, emberrinchado por la asociación entre Carlos Slim y Grupo Pachuca, ordenó a la producción encargada de transmitir el juego cerrar tomas y mostrar lo menos posible la publicidad en cancha. La artimaña para censurar la publicidad estática en el Estadio Hidalgo fue simple y llanamente patética.
Salinos Pliego, así como su colega y amigo Emilio Azcárraga Jean, están temblando ante el prospecto de que su dominio absoluto del futbol mexicano se vea en riesgo. Sus pleitos con Slim se habían reservado hasta el momento al negocio de las telecomunicaciones, ya que parecía que la vaca sagrada del duopolio se mantendría a salvo. Sin embargo, con la compra del 30% de las acciones de Grupo Pachuca por parte de Slim, Salinas y Azcárraga sienten amenazado su control sobre el balón.
El inicio de transmisiones de León a través de Internet y TV de paga, así como la gran posibilidad de que Pachuca haga lo mismo una vez que acabe su contrato con TV Azteca, han aterrado al duopolio. Con León y Pachuca alejados del alcance de sus garras, otros equipos podrían seguir el mal ejemplo establecido por los traidores. De ninguna forma van a permitir que el negociazo llamado futbol mexicano se les escape de las manos.
Slim supo darles donde más les dolía, y quizá donde menos se lo esperaban, ya que el hombre más rico del mundo había dicho con anterioridad que no le interesaba entrar al futbol. Al final cambió de opinión y tomó al duopolio por sorpresa. Por más que Azcárraga y Salinas Pliego hablen de apertura en telefonía, es claro que lo último que quieren es apertura en el deporte rey de nuestro país.
Ambos dueños valiéndose de sus poderosas empresas y de los miles de millones de dólares que las respaldan, harán hasta lo imposible por seguir siendo amos del balón.
En un acto clásico de Salinas Pliego, el empresario quiso demostrar que, aunque fuera de la manera menos sutil, el que no juega con su balón sufrirá las consecuencias. El duopolio tiene miedo, los golpes bajos de uno y otro lado no serán pocos. La batalla por el futbol mexicano apenas comienza.
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