Está claro que para las civilizaciones más antiguas el huevo significa fertilidad y mejores tiempos. De hecho, era acostumbrado que se regalaran huevos al terminar los largos inviernos como símbolo que de que comenzaría la primavera, esto se relaciona con el renacer de la vida, cosa que con la llegada del cristianismo solo se consolidó.
Recordemos que la resurrección de Cristo es en los días de primavera lo que encaja perfectamente con la idea de que las plantas y otros frutos de la tierra reviven luego de un crudo invierno. También con el cristianismo se comenzó a prohibir que se comieran huevos durante la temporada, por lo que se terminaban acumulando y cuando finalmente terminaba la cuaresma, se regalaban a los ciudadanos.
Asimismo, estos huevos que se entregaban eran pintados con tres colores con distintos significados: azul, por la época de pascua; amarillo, por la época de resurrección y violeta para recordar la Pasión de Cristo. No obstante, hay un tramo de 1,873 años en el que esta tradición cambió de huevos pintados a huevos de chocolates.
De acuerdo con el portal web de Levice Chocolat, el primer huevo de chocolate que está documento fue Francia del siglo XVI, cuando se le regaló al rey, Francisco I, un huevo de chocolate con una representación de la pasión de Cristo en el interior, no obstante, más tarde a finales del 1800, se comercializaron en Inglaterra de la mano de Joseph Fry.
Por otro lado, está la historia del conejo de pascua, que se relaciona con la diosa de la primavera, Eastre, aunque no hay mucha información sobre esta diosa pagana se dice era la diosa del “amanecer” o del “despertar” y claro que también hay especie de leyenda cristiana, en la que se dice que cuando Jesús resucitó, un conejo fue a dar la noticia, llevando un huevo de colores con él.
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