La desnacionalización de México

En esta, la primera de tres partes, el crítico Julio Aibar nos explica por qué cree que México está pasando por una desnacionalización. Con esta colaboración, Julio inicia una columna semanal en San Diego Red.

El próximo 1º de diciembre, el gobierno entrante recibirá un país en ruinas.

Aunque los defensores del modelo económico se escandalizan cuando López Obrador señala que México se encuentra en bancarrota y se empeñan en convencernos de que estamos mejor que años atrás, lo cierto es que para gran parte de la población los supuestos beneficios del libre mercado nunca llegaron.

Por el contrario, lo único que recibieron millones de mexicanos fueron malas noticias: deterioro salarial, precarización de las condiciones generales de trabajo y empobrecimiento a futuro, producto de la depredación de los recursos naturales. La CEPAL ha señalado recientemente que en México se vive una situación de creciente desigualdad económica; una inusitada concentración de la riqueza.

Por otro lado, pese a la preeminencia del discurso institucionalista, en las últimas décadas, se ha acelerado la ya crónica degradación de las instituciones: la figura presidencial y de todos los ejecutivos a nivel Estatal y local, las legislaturas, el poder judicial, las Fuerzas Armadas y de seguridad, son algunas de las instancias gubernamentales y Estatales que se han visto gravemente afectadas en su capacidad para resolver problemas sociales, con el consecuentemente deterioro de credibilidad que ello implica.

En muchos casos a la impotencia e incapacidad, se le agrega falta de voluntad política, abusos en el ejercicio del poder y sospechas fundadas de corrupción.

Por si no fuera suficiente, el panorama antes descrito se ve sumamente agravado por la brutalidad de la violencia desatada durante el gobierno del panista Felipe Calderón, quien irresponsablemente declaró la guerra al narcotráfico sin evaluar, a partir de un diagnóstico preciso, sus posibles consecuencias.

Posteriormente, y a la luz de algunos resultados evidentes, la irresponsabilidad se convirtió en criminalidad, ya que el gobierno asumió abiertamente la defensa de prácticas que a todas luces violaron flagrantemente los Derechos Humanos más básicos de la población. La guerra de Calderón y Peña ha llevado a la muerte, desaparición y desplazamiento a miles de personas.

Ella, la guerra en sí misma, parece sintomatizar el conjunto de los peores males que padece el país: impotencia, abandono, desidia, corrupción y complicidad estatal; degradación, apatía y, en algunos casos, disolución social.

Todos estos elementos juntos, más otros que por razones de espacio no mencionamos, hacen que México enfrente, por primera vez en muchísimos años, un grave estado de desnacionalización.

Con esto no me refiero sólo a la pérdida de patrimonio nacional en manos extranjeras, sino al deterioro de todos los componentes que definen a ese invento moderno que es la Nación: el dominio de un territorio y el ejercicio legítimo de la soberanía, ambos productos derivados del ofrecimiento de seguridad y condiciones dignas de existencia.

Pero también, y quizá más importante aún, en tanto es el fundamento de los anteriores, la provisión de sentidos de pertenencia para aquellos que no compartimos la inmediatez de la vecindad, de los lazos parentales o culturales.

Lo nacional en un sentido amplio, entendía José María Aricó, no era el dato inicial que conjunta un territorio determinado con identidades establecidas, sino el campo problemático, que reúne historia, cultura, psicología, estratificaciones seculares, tradición intelectual, moral y religiosa, hábitos, costumbres, lenguaje, formas literarias y civiles.

Un conjunto inseparable de componentes dentro de los cuales las distintas fuerzas y partes de la sociedad moderna, establecen un espacio común de disputa.

La Nación es aquella comunidad construida políticamente, que hace que los logros o las penurias de los otros, por más lejanos y ajenos que parezcan, se sientan como propios. Ello, se ha deteriorado profundamente en México.

Los asesinatos en Acapulco no conmocionan a quienes no viven en ese puerto, las personas colgadas en los puentes de Monterrey parecen imágenes de una película para los que no son regiomontanos.

La indignación y sus manifestaciones existe, pero no es generalizada. Víctimas, familiares, artistas, escritores y personas en general han manifestado valientemente el descontento, pero la verdad es que sólo fueron acompañadas por el grueso de la población en contadas ocasiones. Las reacciones a las penurias parecen bloqueadas por una mezcla de miedo, extrañeza y falta de empatía.

Cuesta creer que tanta riqueza cultural y densidad social, que fascinó a sociólogos y antropólogos, presente hoy serios signos de disolución; que en la tierra de Zapata y Villa haya tanta parálisis; que el Estado - actor principal de la vida social desde la época de Cárdenas y durante buena parte del siglo pasado- fuera ahora ampliamente rebasado y diariamente evidencie su impotencia ante bandas criminales; que, en la tierra de Rivera, Orozco y Álvarez Bravo, haya tan poca denuncia y expresión pública de la demandas y malestares.

Es por eso que quizá, dada la gravedad extrema de la situación que atravesamos, la pregunta con mayor dimensión y urgencia política a plantear sea: ¿por qué los mexicanos no nos preguntamos cómo llegamos a esta situación?

¿Cómo fue posible todo esto en uno de los pocos países de Latinoamérica que, pese a su problemas de integración, había alcanzado grados avanzados de desarrollo estatal, cohesión cultural y organización social?

La acción política de Morena con López Obrador a la cabeza, ha fisurado el sentido común neoliberal y, con ello, habilitó la reflexión social. Quizá ese sea hasta ahora su mayor logro. Desde el 1º de diciembre, su tarea seguramente apuntará a recuperar la Nación.

Julio Aibar es licenciado en Psicología, Master en Teoría Social y Doctor en Ciencias Políticas. Además de ex profesor investigador de la FLACSO- Mexico, es autor de los libros Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana (Le Monde Diplomatique), Vox Populi. Populismo y democracia (coord.), Autoritarismo o democracia? Hugo Chavez y Eco Morales (cocord.), Una lectura crítica del neoliberalismo (cocord.), México: entre el desencuentro y la ruptura (cocord.) y El helicoide de la investigación (cocord.).

Twitter: @agustinyluca

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