La farsa de la Autopista de Playas de Tijuana

Fue la primera autopista de cuota en México y desde hace 16 años la recorremos todos los días de nuestras vidas. Alguien me dijo que la inauguró López Mateos pisando a fondo el acelerador de un Cadillac y su copiloto, (cuenta la leyenda) era una tal María Félix, aunque el dato más certero es que fue Díaz Ordaz (solo y su fealdad).

La cuota sería provisional, solo para recuperar lo gastado en la organización de las Olimpiadas del 68. Es uno de los pocos lugares donde manejar puede llegar a ser pura esencia de hipnótico hedonismo mientras tu mirada se pierde en la inmensidad del Pacífico.

Por lo que a nosotros respecta la recorremos diario. Salvo cuando estamos de viaje o no salimos de casa, no hay día en que no circulemos por ahí, al menos desde nuestra casa hasta Rosarito norte, aunque no pocas veces hasta Ensenada y su valle vinícola.

Manejando nos hemos fundido en mil y un atardeceres de sol desnudo y albas de nieblas espectrales, cuando las Islas Coronado son pura sustancia de sueños. A la vera del camino suelo ver almas errantes y últimamente unos cuantos cadáveres.

La Carretera Escénica Tijuana-Ensenada forma parte de nuestra existencia y nuestra economía. ¿Cuántos miles pesos hemos dejado en sus casetas? Creemos que como residentes debemos estar exentos, pero es pedir peras al olmo. Aunque tenemos un 50% de descuento en la tarjeta IAVE, el sangrerío en más de década y media ha sido constante. La novedad es que en 2019 hemos dejado de pagar. ¿Es acaso un beneficio traído por la cuarta transformación?

No exactamente. Desde hace más de cuatro meses un grupo de ciudadanos que dicen apoyar a la tercera edad toman las tres casetas los siete días de la semana. Antes estas acciones eran esporádicas y las orquestaban residentes como nosotros, pero ahora la concesión de la toma perpetua la tiene un grupo que se limita a agitar con desgano banderas de México y a pedir cooperación a los automovilistas.

Dado que nos han ahorrado mucho dinero debería estarles agradecido, pero su presencia me genera algunas dudas. ¿Quién está detrás de ellos? ¿A dónde va el dinero que recaudan? Si yo como ciudadano quiero también tomar la caseta e ir a pedir dinero con mi botecito bajo la bandera (digamos) de apoyo a la literatura bajacaliforniana ¿me dejarán ponerme ahí como si tal cosa y compartir sus beneficios?

VÍDEO: sin resolver el problema Caseta de Playas.

Supongo que el gobierno requiere dinero para sus programas sociales ¿cuántos millones de pesos se están fugando cada día? Junto con la Autopista del Sol en Acapulco y la de la Riviera Maya, la Escénica Tijuana-Ensenada es la carretera federal que más recursos aporta.

Si yo aún fuera reportero, me plantaría ahí días enteros desde el amanecer para ver quiénes son esas personas, quién los lleva y los trae, a dónde se van por las noches, cuánto dinero juntan, qué piensan de pasar su vida entera ondeando una bandera en la caseta? Y no es que extrañe pagar, pero quiero saber quién es ahora el beneficiado. ¿Podría alguien responder esa pregunta?

editorial@sandiegored.com

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