El Presidente Andrés Manuel López Obrador nunca ha negado el credo que profesa. Es cristiano, más no protestante ni católico. No se adscribe a institución religiosa alguna pero si profesa y practica los valores del cristianismo.
A lo largo de su vida personal, AMLO ha predicado con cierto ejemplo los valores de su creencia. La ayuda al prójimo, los valores de los llamados 10 mandamientos, especialmente el “no robarás”, del cual ha hecho bandera de su Cuarta Transformación. El argumento del combate a la corrupción está cimentado en él.
Ha visitado a jerarcas católicos y protestantes por igual así como atendido los usos y costumbres de los pueblos originarios. Recordemos cómo, durante su toma pública de posesión de mandato, incluyó en el protocolo un rito de purificación y de otorgamiento de bastón de mando simbolizando el acuerdo de gobernar también para ellos.
Esto es inédito. Desde 1921 no se había visto algo semejante. Recordemos el jacobinismo que se desprendió de la institucionalización de la Revolución. Me refiero por supuesto al secularismo extremo que llevó a México, el bajío especialmente, a sufrir una guerra religiosa: la cristiada.
Esa guerra le recordó al Estado Mexicano que este país es religioso. Es parte de su ethos. Ahí el Cristo del Cerro del Cubilete para recordarlo de manera permanente. No es casualidad que ese monumento esté en esa localidad. Se trata del centro exacto del país. Es el punto geográfico medio exacto de nuestro territorio. No lo erigieron ahí al azar.
El lema de los Estados Unidos es “In God We Trust” (en Dios confiamos). Esa República, a pesar de la historia en común, sirvió de ejemplo para definir el camino de la nuestra una vez definido el perfil político, liberal, tras la República Restaurada, en el siglo XIX. La generación encabezada por Juárez emuló mucho de ella.
Dice la Biblia que hay que dar al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios. Uso este pasaje para decir que una cosa es el Estado y otra, la fe de su gente y, en este caso, de su mandatario. Andrés Manuel aprovecha los días mayores de la Semana Santa para hacer una pausa sin antes decir, desde sus redes sociales:
Pero qué bello es parafrasearlo: bienaventurados los pobres, los humildes, los que lloran, los que padecen de persecución, los que tienen hambre y sed de justicia, y los de buen corazón.
— Andrés Manuel (@lopezobrador_) April 19, 2019
Felipe Calderón declararó en contra de esto:
Art. 87 Const: “Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen...” México votó por un Presidente, que cumpla la ley. No mezclar: Mateo 22,21: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.” https://t.co/7oCHqoizCv
— Felipe Calderón 🇲🇽 (@FelipeCalderon) April 19, 2019
La paradoja: el origen político de Calderón, mismo que lo llevó a la Presidencia, es conservador, católico y además, sinarquista. Mucho del Partido Acción Nacional fue construido en las bases de éste el cual fue parte fundamental de la Guerra Cristera.
¿Por qué reniega Calderón de esto? Ya es hora de que la democracia mexicana deje atrás sus fantasmas. Esta discusión bien puede remontarnos a la época misma de la fundación de la nación, cuando el proyecto de ésta era disputado entre liberales y conservadores.
Sin embargo, es bueno que la discusión se dé. Es síntoma de que la República está en proceso de refundación, de transformación. El Presidente, al abrazar públicamente su credo, no hace más que demostrar una madurez propia de aquellos que tienen bien definido su pensar.
editorial@sandiegored.com
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