Pudo ser una tragedia

Antonio Margarito se expuso de más ante Manny Pacquiao

Una cosa es ser valiente y otra muy diferente es ser un valiente tonto.

Una cosa es ser un verdadero macho mexicano y otra muy diferente es ser un macho mexicano tonto.

Antonio Margarito creyó que comportarse como un macho mexicano a quien la valentía que corre por sus venas le ayudaría a salir a delante en su pelea contra el filipino Manny Pacquiao.

Margarito pensó que podía emular a Pepe el Toro, aquel legendario personaje interpretado en una película de 1952 por el actor y cantante Pedro Infante.

Pepe el Toro, un boxeador de barrio con hambre de triunfo, arriesgó todo con tal de tratar de cumplir su sueño de convertirse en ídolo del boxeo y ganar harto dinero para comprarle una casa a su jefecita.

En la cinta, Pepe el Toro se convirtió en ídolo de multitudes pero en una de esas

queda todo molido y aprende una gran lección cuando su triunfo termina en tragedia al matar a su amigo en el ring.

Margarito afortunadamente no mató a nadie, pero su caso también es trágico.

La paliza que el llamado Tornado de Tijuana recibió por parte de Pacquiao fue inhumanamente entretenida gracias a la terquedad de Margarito de continuar peleando con los dos ojos cerrados.

La pelea, pactada a 12 rounds, se convirtió en una paliza pocas veces antes vista.

En el quinto episodio, el filipino reventó el pómulo derecho del mexicano y en ese momento la sangre azteca comenzó a tapizar la lona del cuadrilátero.

En el sexto capítulo Pacquiao siguió rompiéndole la cara a Margarito al despacharle una andanada de golpes que lo dejó con el ojo izquierdo semicerrado.

En los rounds siete y ocho, Pacquiao se dio gusto disparando golpes a la cabeza que terminaron por dejar turulato al imitador de Pepe el Toro.

Para el noveno episodio Margarito ya no veía, ya no razonaba, era tiempo de abandonar el combate y aceptar la derrota.

Ah, pero no, eso sí que no, para Pepe el Toro, digo, para Margarito,dos ojos cerrados y un rostro desfigurado y ensangrentado no eran señales suficientes para reconocer que su rival era infinitamente superior a él.

Como buen macho mexicano, Margarito siguió peleando y se puso de pechito para que le siguieran dando una tunda de mayúsculas proporciones.

Millones de personas que vieron el combate por televisión, y los 42 mil personas que asistieron al estadio de los Vaqueros de Dallas para ver la función, deliraban de gusto al ver que el mexicano estaba dispuesto a morir en lugar de aventar la toalla.

El único rostro de preocupación en las gradas del estadio era el de la esposa de Margarito quien en un acercamiento realizado por la televisión se le vio con las palmas de las manos juntas frente a su rostro implorando compasión y rezando para que su marido no siguiera sufriendo.

Pero Margarito estaba totalmente envalentonado y a pesar de tener los dos ojos semicerrados, el rostro destruido, y sangre brotándole a borbotones, terminó los 12 rounds.

Al concluir la pelea, el boxeador mexicano tuvo que ser llevado al hospital para operarlo de una fractura en el hueso orbital del ojo derecho.

"Cuando un mexicano se sube al ring no se baja hasta que haya concluido la pelea", dijo Margarito antes de ser trasladado en una ambulancia al hospital.

Se necesita ser tontamente valiente y tontamente macho para pensar de esta manera.

Margarito tiene una familia por la cual velar y además cuenta con los recursos económicos suficientes para no exponerse al maltrato cruel y despiadado del que fue objeto.

Hay quienes dicen que Margarito es ejemplo de cómo se debe comportar un boxeador arriba del ring.

Yo soy de los que piensan que Margarito tuvo mucha suerte de no acabar muerto arriba del ring.

comentarios

  • Facebook

  • SanDiegoRed

 
 
  • Nuevos

  • Mejores

    Noticias Recientes Ver más

    Subir
    Advertising