Cuando un amigo se va

Columna editorial

Cuando un amigo se va/queda un espacio vacío.

Que no lo puede llenar/la llegada de otro amigo.

Cuando un amigo se va/queda un tizón encendido.

Que no se puede apagar/ni con las aguas de un río.

Cuando un amigo se va/una estrella se ha perdido,

La que ilumina el lugar/donde hay un niño dormido.

Estas frases de la canción producida por el canta-autor argentino, Alberto Cortez, le caen como anillo al dedo a los sentimientos que hoy me invaden.

A mi amigo, mi mejor amigo diría yo, lo conocí cuando yo cursaba el segundo grado de primaria.

Yo tenía apenas siete años y él, aunque era mayor, me dejó entrar a su mundo.

Desde que lo conocí me gustó frecuentarlo.

Primero, por órdenes de mi padre, solamente podía visitarlo los domingos a mediodía.

Conforme fui creciendo y madurando, me independicé y fue así que ya no necesité el consentimiento de nadie para poderlo ver el día y a la hora que yo quisiera.

Fue así que a veces lo veía miércoles o jueves en la noche, sábados en la tarde o domingos al mediodía.

Con el paso de los años me he acostumbrado a convivir con mi amigo y cuando él no está cerca me siento mal.

Generalmente en esta época de fiestas decembrinas y Año Nuevo, él suele irse para tomarse unas merecidas vacaciones.

Es justamente en estas fechas cuando más lo extraño.

Sin él a mi alrededor me siento perdido, no sé que hacer, me la paso caminado de un lado a otro de mi recamara, tronándome los dedos mientras un sentimiento de ansiedad me invade.

Es horrible estar sin él, su ausencia me mata, y la espera para volverlo se me hace eterna.

De hecho, él se fue el 5 de diciembre pero lo que me reconforta es que el 7 de enero volveré a verlo.

A pesar de que lo estimo mucho, debo de reconocer que en los últimos años mi amigo ha cambiado, y no precisamente para bien.

Antes él era divertido, abierto, jovial, y cada vez que lo iba a ver me daba regalos inolvidables.

Ahora su personalidad es muy distinta.

Se ha vuelto mezquino, avaro, y pocas son las veces en que me da un regalo que valga la pena.

Esto ha hecho que otros se alejen de él, pero yo no.

Su cambio de actitud va en contra de su naturaleza, lo que pasa es que mi amigo

ha dejado entrar a su círculo de amistades a gente mal intencionada que le ha hecho mucho daño.

He tratado de decirle de muchas maneras, de muchas formas, que rompa las ataduras con esas personas que dicen ser sus aliados pero que en realidad son sus peores enemigos.

En ese aspecto mi amigo no ha querido escuchar mis palabras y eso ciertamente me crea una frustración interna muy grande.

A pesar de todo, le sigo siendo fiel porque sé que yo necesito más de él que lo que él necesita de mí.

No podría imaginar mi vida sin su existencia y ni siquiera trataría de pensar cómo sería mi mundo sin él.

Me da gusto que el retorno de mi amigo esté cada día más cerca.

Me emociona el sólo hecho de pensar que regalos me traerá.

Siempre se acuerda de mi y cada vez que regresa de vacaciones me trae una que otra sorpresita.

Espero que en esta ocasión me traiga algo bueno, algo que valga la pena, algo que me haga recordarlo cuando en el verano vuelva a tomarse un descanso.

Futbol mexicano, te espero con muchas ansias, no aguanto las ganas de verte una vez más.

Esta y muchas otras notas de interés las puedes leer en el semanario Enlace, el periódico en español del San Diego-Unuin Tribune

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