Viven con un nudo en la garganta

Se pasan de elegantes los entrenadores de futbol

Tengo largas, cortas, anchas y delgadas.

La mayoría son sobrias y elegantes pero algunas están bien locas y hasta tienen monos de caricatura cono Tom y Jerry, Piolín, Buggs Bunny el Pato Lucas.

En fin, mi colección de corbatas es grande pero nunca las uso.

Tengo la clásica roja con franjas azules, la azul rey con figuras indefinidas en diferentes tonalidades de grises y azules, y también tengo, para cuando se ofrezca, una de color negro.

Tengo corbatas tan gruesas que podrían servir como babero de bebé y también tengo un par de súper delgaditas ochenteras que se usaban en la época en que John Travista causó furor con Saturday Night Life.

Comencé mi colección de corbatas robándole una a mi papá para presentarme en una entrevista de trabajo.

Después, con el tiempo, fui comprando las mías, y otras más me las regalaron.

De joven pensaba que usar corbata era, como dicen los chavos de hoy, algo "cool".

La corbata me hacía sentir, importante, elegante, y según yo, era imán para atraer la mirada de aquella mujer que tanto me gustaba.

Ya tengo años, muchos años, de no usar corbata.

Eso de andar con un nudo en la garganta para trabajar atrás de un escritorio y un teclado de computadora no va conmigo.

Yo, como el escritor colombiano Gabriel García Márquez, declaré un boicot en contra de las corbatas.

El Gabo anda feliz por el mundo con sus guayaberas y yo ando feliz con mis camisetas blancas y pantalones de mezclilla.

La verdad es que las corbatas son incomodas y lo peor de todo es que en mi caso no atrajo la mirada de esa mujer que me gustaba.

Esto me lleva a pensar en las razones que pudieran tener los entrenadores de futbol para usar trajes elegantes, con camisas finas y corbatas.

El futbol es sinónimo de correr, jugar, gritar, saltar, y una corbata va en contra de la naturaleza de todo eso.

No sé de donde nació la moda entre los entrenadores de futbol de México de usar corbata.

Cuando empecé a ver futbol, a principio de los 1970, ningún entrenado, ni de chiste, se vestía con traje y corbata.

Todos los estrategas salían a la banca con los pants de los colores de sus respectivos equipos.

En casos exagerados, uno que otro entrenador, usaba un pantalón de vestir y un y suéter, pero hasta ahí.

En aquellos años, nada de usar las fastidiosas y estorbosas corbatas.

De repente, a la mayoría de los estrategas del balompié mexicano les dio por creerse modelos de revista.

La semana pasada vi en la televisión al entrenador del Atlas, Benjamín Galindo, dirigiendo un partido vistiendo un precioso traje gris Oxford, una camisa azul cielo, acompañada de una corbata azul marino.

Con esa combinación, más que entrenador de futbol, Galindo parecía el director de una empresa transnacional listo para sentarse en una mesa de negocios con los hombres más importantes y ricos del mundo.

Al buen Galindo, de nada le sirvió la pinta, su equipo perdió.

De los 18 entrenadores que existen en la Primera División del futbol mexicano, todos, menos dos, salen a la banca vestidos como si fueran a modelar en una pasarela de París, Madrid o Milán.

El Tuca Ferreti de los Tigres del Universitario de Nuevo León me cae muy bien porque siempre habla sin inhibiciones, es sarcástico en sus comentarios y dirige sus partidos enfundado en sus pantalones de mezclilla y una camiseta tipo polo con el logotipo del equipo.

El otro que sale a la banca con pants y camiseta de su equipo es Ignacio Ambriz, estratega del San Luis.

Bien por Nacho y por el Tuca, quienes no tienen que usar trajes y corbatas para ganarse el respeto en base a como se visten sino al gran trabajo que están haciendo para mantener a sus equipos en los primeros lugares del futbol mexicano.

Por mi parte, seguiré escribiendo con mis pantalones de mezclilla y camisetas blancas, aunque debo confesar que de vez en cuando estoy tentado a ponerme una corbata para ver si aquella mujer se digna voltear a verme.

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