Una larga espera que valió la pena

Estos fenómenos se dan cada 30 años

Aunque parecidos, son casos que ocurren bajo distintas circunstancias y con 30 años de diferencia.

Existen diferencias y coincidencias en el camino que los personajes de esta historia siguieron para encontrar el éxito.

A los dos los une lo inesperado y la rapidez con la que se colocaron en una posición privilegiada.

La gran diferencia es que uno de ellos no tuvo la oportunidad de estudiar y prepararse para el éxito, además de que en su familia no existía ningún antecedente que hiciera pensar que llegaría tan alto.

El otro, proviene de una estirpe de ganadores cuyo linaje se extiende hasta su abuelo y en donde el consejo que escuchaba e todos los días era: "prepárate para llegar lo más lejos que quieras".

A uno de ellos le tomó muy poco tiempo convertirse en el rey de la ciudad de Los Ángeles.

El otro, se transformó en un fenómeno dentro de un país donde ningún mexicano había podido trascender.

El primero de nuestros personajes llegó a los Estados Unidos cuando tenía apenas 20 años, no hablaba ni una palabra de inglés y su origine humilde limitó su camino dentro del sistema escolar en un pequeño pueblo ubicado en el norte de México.

Su arma para salir adelante en la vida fue su brazo izquierdo y un movimiento muy especial que le daba a los lanzamientos de la pelota de beisbol.

La bola de tornillo (el screwball), fue el trampolín que lo llevó a la fama y sus actuaciones de novato fuero tan especiales y grandiosas, que su nombre se transformó en parte de la cultura popular.

"La Fernandomanía" nació a raíz de la conmoción causada por un joven regordete, de pelo largo negro y piel morena.

A Fernando Valenzuela le tomó poco tiempo para convertirse en toda una leyenda.

El número 34 de los Dodgers debutó en las Grandes Ligas el 15 de septiembre de 1980 y ganó sus primeros ocho juegos en el beisbol profesional.

Antes de que perdiera su primer partido en las mayores, el joven de Etchohuaquila, Sonora, ya era imán para periodistas de las cadenas de televisión, revistas y periódicos más importantes de la nación.

Su forma valiente de enfrentar a los rivales, sus ojos viendo al cielo antes de cada pichada, su portentoso lanzamiento de tornillo, que volvió locos a los bateadores enemigos, lo llevaron a ser considerado un verdadero héroe.

En México, cada vez que a Valenzuela le tocaba lanzar, la televisión transmitía sus partidos y el país se paralizaba para ver al llamado Toro de Etchohuaquila.

Con el paso del tiempo, y tras su retiro en 1997, Valenzuela escribió una historia que ningún mexicano logrará emular en el beisbol de las Grandes Ligas.

El segundo personaje de esta historia es un joven que practica el deporte más popular del mundo y por eso su nombre ha trascendido internacionalmente.

El Chicharito, como se le conoce a Javier Hernández, es el delantero mexicano del Manchester United y en poco tiempo se ha convertido en el símbolo del balompié azteca en el mundo.

Extraído de las filas de las Chivas del Guadalajara, a los 21 años firmó un contrato con

un club de prosapia y categoría irrefutable.

Nadie se esperaba que en su primer año jugando en Europa, el Chicharito obtuviera la titularidad de un equipo de tan alta jerarquía.

En su primera temporada en el Viejo Continente, el artillero azteca anotó 20 goles con la playera de los Diablos Rojos para ayudar al club a ganar el título de la Premier League inglesa.

Los triunfos y los goles crearon un espíritu de orgullo deportivo que los mexicanos no vivían desde hace 30 años y al cual bautizaron con el nombre de "La Chicharomanía".

Fernando y Javier tomaron al mundo del deporte por sorpresa y esa es la gran coincidencia que une a ambos personajes.

La gran diferencia es que la Fernandomanía ya es un capítulo inscrito con letras de oro mientras que la Chicharomanía apenas va en su primera página.

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