Fútbol

A veces hay que saber decir: No

Fernando Quirarte nunca debió haber aceptado el puesto de director técnico de las Chivas

Aunque la propuesta sea muy buena y apetecible hay ocasiones en que hay que saber decir: No.

Uno de los grandes problemas del ser humano es que antepone la tentación al razonamiento, cuando de tomar decisiones se refiere.

Ejemplos al respecto hay muchos y se me ocurre el siguiente:

Un hombre casado va caminando por la calle y de repente se encuentra a una mujer muy guapa que le invita a pasar una noche de pasión con ella.

Ante esta situación, lo más seguro es que el diablito de la tentación le gane al angelito de la razón.

Después de escoger la ruta equivocada, el hombre, sabedor de la falta que cometió, buscará mil excusas y detalles para justificar las circunstancias que lo llevaron a tomar la decisión errónea.

Siguiendo este patrón de conducta, Fernando Quirarte tendrá que ir preparando su discurso para cuando tenga que dejar la dirección técnica de las Chivas del Guadalajara, un puesto que jamás debió haber aceptado.

El Sheriff, como se le conoció en su era de zaguero central implacable, cayó en la trampa de creer que todo lo que brilla es oro.

Claro que dirigir a las Chivas, el equipo más popular de México, es una gran tentación pero hay que ser inteligente para identificar el momento adecuado para aceptar un reto tan difícil.

Tras retirarse como jugador, Quirarte inició su trayectoria como entrenador en el futbol mexicano.

En esta profesión experimentó severos altibajos y en una de esas llegó a ser campeón dirigiendo a Santos Laguna en el 2001.

Después de ser técnico de los Jaguares de Chiapas y de los Rojinegros del Atlas, Quirarte estuvo seis años sin trabajar como entrenador.

En un arrebato de tentación, y tal vez desesperación, el Sheriff no pensó las consecuencias que va a sufrir por haber aceptado el llamado de las Chivas para sustituir a José Luis Güero Real en el banquillo del rebaño.

El no pensar bien las cosas, le costará muy caro a Quirarte.

El Güero fue cesado de su cargo por negarse a acelerar el debut de jugadores muy jóvenes en el primer equipo del club tapatío.

En particular, el dueño de las Chivas, Jorge Vergara, presionó continuamente a Real para que Carlos Fierro, campeón mundial con la selección mexicana Sub-17, se convirtiera en el centro delantero titular del equipo.

Con la paciencia que lo caracteriza, y conocedor de que Fierro todavía está verde para una responsabilidad tan grande, Real optó por llevar al chamaco poco a poco para evitarle al jugador presiones innecesarias.

Esto desesperó a Vergara, quien aprovechando un bache en el accionar del equipo, le cortó la cabeza a Real y le entregó el paquete a un Quirarte que de ninguna manera podrá superar lo realizado por el Güero.

El Sheriff tiene todas las de perder: si Chivas sale campeón, el arquitecto del éxito será sin duda alguna José Luis Real.

Si falla en obtener el título, o peor aún, si el equipo se cae y no califica a la liguilla, Quirarte será el villano de la película y bien podría ser el fin de su carrera como entrenador.

A Quirarte se le atravesó por la calle la mujer más preciosa que pudo imaginar y lo invitó a pasar a su casa.

Si hubiera sido inteligente, Quirarte hubiera dicho no, pero en éste, como en muchos otros casos, la tentación pudo más que la razón.

Abraham Nudelstejer es columnista de Enlace, el semanario en español de San Diego Union Tribune. editorial@mienlace.com

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