San Diego

El Valle de la Muerte está lleno de vida

Ni las leyendas tenebrosas que se escuchan de este desierto pudieron detener a estos viajeros

Cada año, con algunos amigos, hago un viaje al desierto en el que pasamos varios días refugiados al pie de una montaña con agudos picos o en los recovecos de un valle volcánico, fuera del alcance de las señales de los aparatos electrónicos, y lejos de la vida ruidosa y acarreada de la ciudad.

Es un viaje que anhelo todo el año porque el desierto es uno de mis lugares favoritos para acampar.

Sus vastos valles, noches estrelladas y gran variedad de micro ecosistemas hacen de los desiertos el lugar ideal para reencontrarse con la madre naturaleza.

En años anteriores nos ha tocado visitar la reserva nacional del Desierto de Mojave, una extensa área de arena, dunas y montañas en el sur de California. También nos ha tocado dormir bajo las estrellas del parque nacional Joshua Tree, o Árbol de Joshua, un desierto famoso por estos cactus gigantescos cuya longevidad supera los 500 años.

Pero este año la visita fue a uno de los desiertos más secos y peligrosos del mundo, uno que puede presumir haber registrado la segunda temperatura más alta en el planeta de 134°F (la más alta es de 136°F), que tiene el lugar más bajo del hemisferio con 282 pies debajo del nivel del mar, y que además tiene un nombre que da miedo: el Valle de la Muerte, o Death Valley.

Este formidable pedazo de tierra está ubicado en la parte central de California, cerca de la frontera con el estado de Nevada, a un par de horas de la algarabía de Las Vegas.

Podría decirse que este lugar tiene mala fama: fue aquí donde arrestaron al asesino en serie Charles Manson y a su familia de asesinos en 1969. Además, este parque nacional tiene la manía de tragarse a la gente, como a los alemanes que desaparecieron en 1996 y cuyos restos finalmente fueron encontrados por unos caminantes apenas hace un par de años en uno de los caminos que precisamente intentábamos recorrer.

Para hacer frente a este infame desierto, dos amigos y yo nos preparamos con mucho cuidado en nuestro Jeep Wrangler de doble tracción, el único tipo de auto que puede navegar los caminos rocosos y traicioneros de este desierto desolado.

Lo llenamos de provisiones, equipo para acampar, agua, más agua y los mejores mapas que pudimos comprar. Revisamos bien las llantas, las refacciones y llevamos una gran cantidad de herramientas para arreglar el auto, aunque los tres apenas sabemos cambiar el aceite de un carro.

En estas áreas desoladas y de altas temperaturas, una llanta ponchada puede amenazar la vida de uno.

El viaje comenzó en la parte oeste donde entramos al parque por el pueblo fantasma de Ballarat (población: 2), donde consecuentemente atravesamos uno de los cañones más difíciles para cualquier vehículo 4 × 4, llamado Mengel Pass.

Ya en la noche hicimos campamento a un costado de una casa abandonada habitada por millones de abejas y que seguramente algún día hospedó a las personas que trabajaron en una mina de unos 100 años de antigüedad.

El viaje nos llevó por el corazón de este extenso valle creado gracias a una serie de catastróficos acontecimientos naturales que hace millones de años incluyeron explosiones volcánicas, terremotos que transformaron la topografía para siempre e inundaciones tan intensas que hicieron grandes hoyos en las montañas.

La segunda noche hicimos nuestro campamento en el Racetrack, un lago seco famoso por las piedras que misteriosamente se deslizan por su superficie plana y que dejan trazado su camino como si alguien las hubiera empujado.

En el camino nos encontramos con poca gente. Quizá una pareja aquí y allá, o alguna alma solitaria que ha encontrado su lugar en el desierto. Creo que hay un nombre para estas personas; se les llama ratas del desierto.

Pero a pesar de la desolación y la crueldad de este lugar, el Valle de la Muerte está lleno de vida, especialmente en las partes con mayor elevación, donde pueden apreciarse valles y valles de árboles Joshua. Incluso hay lugares con pequeños arroyos que hacen que el desierto florezca.

Por momentos se siente seguro, hasta que te acuerdas que por algo lo llaman el Valle de la Muerte.

Hiram Soto es columnista de Enlace, el semanario en español de San Diego Union Tribune. editorial@sandiegored.com

Relacionado:

comentarios

  • Facebook

  • SanDiegoRed

 
 
  • Nuevos

  • Mejores

    Noticias Recientes Ver más

    Subir
    Advertising