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Un pedacito de tierra

Columna

Una impresión visual, un olor, un sabor o un sonido te pueden dejar marcado para toda tu vida y se pueden convertir en símbolos de añoranzas recurrentes.

Los frijoles de olla que cocinaba la abuela.

El primer arcoiris que apreciaste de niño.

La canción que te recuerda tu primer noviazgo.

El aroma del perfume de tu madre cuando te mimaba en sus brazos.

El ser humano tiene la capacidad de utilizar sus sentidos para evocar aquellas cosas que lo reconfortan o lo hacen sentir mejor.

De igual manera, hay impresiones que se nos quedan en la mente y que representan la oscuridad, la maldad, el egoísmo al que tenemos que enfrentarnos día a día.

En 1974 tenía apenas 11 años pero una imagen se quedó grabada para siempre en mi memoria.

Se desarrollaban los Juegos Olímpicos de Munich, Alemania, en una época en que el mundo no vivía en la paranoia de la actualidad respecto a posibles ataques terroristas.

Un viernes de septiembre, mientras veía el resumen olímpico sentado al lado de mi padre, apareció en la pantalla un hombre del que nunca vi su rostro pero al que nunca olvido.

La Villa Olímpica había sido invadida por un comando palestino cuyo objetivo era aniquilar a la delegación de 12 atletas israelíes.

Los fedayines se introdujeron al edificio que albergaba a los atletas de la manera más fácil e inocente.

Se pusieron unos pants para hacerse pasar como deportistas y el guardia de la entrada los dejó pasar apoyado en ingenuidad que existía en ese tiempo.

Al penetrar las instalaciones, los palestinos subieron al cuarto de los israelíes y tocaron la puerta.

Un levantador de pesas de la delegación abrió la puerta y de inmediato fue abatido a tiros.

A los pocos minutos, un hombre con un pasamontañas que le cubría el rostro fue captado por las cámaras de televisión.

El personaje llevaba colgando una metralleta y vigilaba que ninguna autoridad se acercara al complejo olímpico.

Tras horas de negociaciones con la policía alemana, los terroristas lograron que se les facilitara un helicóptero para escapar.

Al llegar al aeropuerto de Munich, los palestinos y ocho atletas sobrevivientes al ataque, abordaron un helicóptero que presuntamente los llevaría a tierras palestinas.

Antes de despegar, la nave fue invadida por un comando de la policía alemana que dio muerte a los terroristas pero también a los deportistas de Israel.

Los Juegos Olímpicos de Londres, que inician el 27 de julio, representan el 40 aniversario de los tristes sucesos ocurridos en Munich.

La delegación israelí que participará en los Juegos del 2012 pidió al Comité Olímpico Internacional, que antes de iniciar la ceremonia de inauguración en Londres, se guardara un minuto de silencio en memoria de los atletas caídos hace cuatro décadas.

La petición fue denegada.

Recordar acontecimientos como los de Munich 1974 es importante para que las nuevas generaciones entiendan muchas de las cosas que hoy día afectan la estabilidad de la paz mundial.

Recordar, también significa un rechazó a la maldad y a la tiranía así como un veneración a los mártires.

Londres 2012 representa la quinta vez en la historia de los Juegos Olímpicos que el Comité Olímpico Palestino tendrá representación de deportistas.

Cinco atletas de Gaza, Cisjordania y Jerusalén representarán a Palestina en las disciplinas de natación atletismo y judo.

De los cinco deportistas que participarán en Londres 2012, por primera vez en la historia uno de ellos consiguió la clasificación de forma directa al obtener la marca mínima exigida para participar en los Juegos Olímpicos.

Sería fabuloso que 40 años después de la tragedia de Munich, un israelí y un palestino se dieran la mano arriba de un podio olímpico.

Esa sería el mejor homenaje a dos pueblos que por siglos han derramado sangre en aras de busca un pedacito de tierra al cual llamar país.

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