Estamos podridos

Estamos podridos

Michael Vick compró un perro para sus hijas y Floyd Mayweather regresó con su esposa después de salir de la cárcel.

¿Qué tienen de raro estos dos acontecimientos?

A cualquier persona le gustaría tener una mascota para que sus hijos desarrollen el concepto de amor hacia los animales.

Cualquier hombre que estuvo en prisión tendría como deseo principal, regresar a los brazos de su esposa.

En realidad, hay graves problemas en estos dos asuntos que envuelven a atletas de alto nivel competitivo.

Vick, estuvo en la cárcel por organizar y supervisar peleas de perros.

El mariscal de campo, en aquel entonces de los Halcones de Atlanta, ganaba esplendidas cantidades de dinero con las apuestas de las peleas y con la venta de los videos en donde se veía a los canes matarse a mordidas.

El castigo de la ley contra Vick fue ejemplar: 18 meses en prisión.

Por si fuera poco, el quarterback perdió el contrato millonario que tenía con el equipo de Atlanta de la NFL y todos sus patrocinadores lo abandonaron.

Vick salió de la cárcel en 2009 y se reintegró a la NFL gracias a un convenio laboral que le proporcionó la escuadra de las Águilas de Filadelfia.

La semana pasada, la sociedad estadounidense se indignó cuando se dio a conocer la noticia de que Vick compró un perro para que sea la mascota de la familia.

Desde que conoció esta información, Vick ha sido objeto de constantes ataques por parte de la prensa, el público y la Sociedad Protectora de Animales.

En mayo de este año, el mejor boxeador de la actualidad, el invicto Floyd Mayweather, golpeó de manera despiadada a su esposa.

El rostro de la mujer quedó en estado deplorable después de los impactos que recibió por parte de un hombre que posee puños de acero.

En junio, el boxeador fue condenado por su crimen a 90 días en prisión, pero antes, el juez, le dio permiso de pelear contra Manny Pacquiao para poder cobrar una bolsa de 20 millones de dólares.

Ya en la cárcel, Mayweather vio reducida su sentencia a dos meses y tras cumplirlos, regresó a la misma casa donde golpeó a su pareja.

En este caso, nadie dijo nada, nadie cuestionó la razón por la que un hombre, que abuso físicamente de su esposa, recibió solamente dos meses de castigo, y encima de todo, tiene la desvergüenza de ir a buscar a la mujer que maltrató.

Es increíble que Vick reciba el repudio del público, de aquellos que dicen que éste hombre no tiene los valores morales para ser dueño de un perro, y que el caso de Mayweather pase desapercibido.

La gente que hoy condena a Vick, no se pronunció en contra de Mayweather, no le recriminó su proceder ni cuestionó su estabilidad emocional para poder vivir en pareja.

Es difícil de creer, pero para la sociedad es más fácil perdonar a un hombre que con sus puños puso en peligro la vida de una mujer que perdonar a un individuo que organizaba peleas de perros.

Los dos actos son deleznables, pero hay una gran diferencia en golpear el rostro de una mujer a organizar peleas de perros.

Estamos mal, nuestros valores humanos, nuestros valores morales, nuestros sentimientos de justicia están podridos, no le demos más vueltas al asunto

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