No sé qué hacer con mi arma de fuego

Hiram Soto • columnista

En un escondite de la casa, lejos de las manos curiosas de mis hijas, tengo guardado un rifle que recientemente compré en una tienda de deportes de San Diego. Fue, sin duda, el peor momento en la historia para adquirir un arma de fuego, y la compra más controversial que he hecho.

Un enfermo mental acababa de acribillar a 20 niños y seis adultos en una primaria en Newtown, Connecticut. La tragedia le partió el alma al país y desató una discusión nacional sobre la violencia, incluyendo el derecho de comprar y poseer armas de fuego en Estados Unidos.

Unos días antes de la tragedia entré a una tienda Big 5 a tramitar el permiso para comprar un rifle reliquia de la Segunda Guerra Mundial, un permiso que dura 10 días en completarse. Compré el rifle porque me apasiona la historia y pensé que sería divertido tenerlo para mis frecuentes viajes al desierto.

Pero después de la tragedia sentí un gran remordimiento por tener un arma de fuego diseñada para matar a otros seres humanos. Y si bien ahora no sé qué hacer con esta arma, el país tampoco sabe qué hacer con nuestra cultura de violencia y armas.

Esta semana el presidente Obama dio a conocer varias acciones ejecutivas para contrarrestar la violencia ocasionada por el uso de armas, incluyendo permisos obligatorios para la compra de armas en todo el país y un cumplimiento más riguroso de las leyes que ya existen.

Se espera que la Casa Blanca impulse la prohibición de la venta de armas de alto calibre y de cartuchos de docenas de balas. Pocos esperan que esto avance dada la oposición que existe para crear leyes que limitan el uso de armas de fuego.

La triste realidad es que las armas son parte de la cultura estadounidense. No sabía qué tanto hasta que compré mi rifle. Ese mes yo fui uno de 2.2 millones de personas que durante el mes de diciembre solicitaron permisos para comprar una arma de fuego, un aumento del 58 por ciento en comparación con el año anterior. Puedes ver cómo los padres llevan a sus hijos a tiendas como Walmart o Big 5 y escogen armas y municiones como si estuvieran eligiendo cañas de pescar para ir al muelle de Oceanside.

Es difícil entenderlo, pero Estados Unidos es quizá el único país en donde las ventas de armas aumentan después de cada tragedia; donde algunos como la influyente Asociación Nacional de Rifles (NRA) proponen que la respuesta es tener más armas, no menos.

Éste es un país donde las ferias rodantes de armas de fuego atraen a casi 20 mil personas, en las cuales es imposible caminar por los pasillos porque la gente no cabe, por lo menos eso fue lo que vi cuando fui a buscar municiones para mi rifle en el hipódromo de Del Mar.

La paranoia de que el gobierno limitará la venta de armas es la razón principal por la que la ametralladora AR 15, el mismo tipo que fue usado en la tragedia de Newtown, es actualmente la más vendida del país. Antes del tiroteo costaba unos 800 dólares. Ahora se está vendiendo a 1,800, si la encuentras.

A veces me dan ganas de salir en la noche, subirme a una lancha y lanzar el rifle a la parte más honda de un lago. Pero otra parte de mí me dice que puedo ser un dueño responsable de un arma de fuego. Cuando era chico pasé varios veranos cazando conejos y codornices en el campo, y después asándolos sobre un fuego lento. Sabía que se podía ser responsable con las armas.

Pero al comprar el arma me di cuenta de que quizá estaba cometiendo un grave error. El asesino de Newtown usó las armas de su madre, y en los casos de otros asesinos, éstos también han usado armas que le pertenecían a alguien que conocían.

El hecho de que sea difícil comprar un arma de fuego o que no se pueden comprar ciertas armas podría ser un buen comienzo, pero la clave es cambiar la cultura de armas y violencia del país. Lo único cierto es que este es un problema que no tiene una solución sencilla.

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