¿Es posible eliminar la población sin hogar en San Diego?

Hiram Soto • columnista

Eran pasadas las 4:30 a.m. en la mañana de un viernes lluvioso y frío en San Diego. El café estaba caliente y las donas servidas, y varios voluntarios al norte de la ciudad de San Diego se preparaban para hacer el conteo anual de la población sin hogar en el condado.

Más de 400 personas se apuntaron para ayudar con el censo el pasado 25 de enero, una tarea monumental pero necesaria para resolver uno de los problemas sociales más importantes de la región, donde cada día hay alrededor de 10 mil personas que duermen en las calles, en sus autos o en refugios.

Como voluntario fui asignado con el grupo de Poway, una ciudad al noreste de San Diego con una topografía que incluye cañones donde suelen dormir inmigrantes campesinos o jornaleros. Pero había grupos de voluntarios en todo el condado, del sur al norte, y del este al oeste. Parte de nuestro trabajo era manejar y caminar por áreas predeterminadas y tomar nota de cuántas personas veíamos durmiendo en las calles, ya sea sobre la banqueta o en sus autos.

He estado pensando mucho en las personas que viven en las calles, en parte porque trabajo en Hillcrest, donde viven muchas personas sin hogar. De hecho, San Diego tiene la tercera población de personas sin hogar más grande del país, solo por debajo de Nueva York y Los Ángeles.

Pero no soy el único que he estado pensando en ellos. En los últimos meses el tema ha tomado fuerza desde que el alcalde Bob Filner declaró que desea eliminar la población sin hogar en San Diego. El regidor Todd Gloria incluso se comprometió a poner un fin a la población sin hogar en el centro de la ciudad durante los próximos cuatro años.

Parte del reto es determinar cuántas personas viven en las calles, cómo llegaron a ese punto, quiénes son y qué se puede hacer para transferirlos a lugares estables. Averiguar esto es el trabajo del Regional Task Force On The Homeless, una organización sin fines de lucro financiada con fondos privados y públicos.

Me presenté solo al centro de voluntarios, por lo que se me asignaría una pareja para explorar nuestra área. Tuve la fortuna de trabajar con Virginia West, una señora que trabaja en los programas de salud mental pública del Condado de San Diego y tiene años de experiencia trabajando con la población sin hogar de la región.

Durante nuestra expedición platicamos a fondo sobre lo fácil que es para cualquiera terminar en las calles. Una enfermedad mental o una adicción a las drogas parece ser suficiente para dejarte sin hogar. Pero a veces es una discapacidad física o alguna dificultad económica como la pérdida de trabajo y la falta de apoyo familiar.

Muchas de esas personas han salido de las prisiones o de los hospitales y no tienen recursos o un lugar a dónde ir. Pierden la esperanza y las calles y puentes se convierten en su hogar. Algunos son veteranos de guerra o víctimas de violencia doméstica.

"Detrás de una persona sin hogar hay una tragedia de algún tipo", me decía mi nueva amiga mientras recorríamos las calles de Poway. En varias ocasiones nos bajamos del auto con la linterna para alumbrar parte de los cañones donde viven algunos inmigrantes.

Quizás algunos se preguntan por qué nos debe importar este problema. Además de sentir compasión por las personas desamparadas, un instinto que tenemos codificado los seres humanos, el costo de no hacer nada es grande. Muchas de estas personas acuden a servicios médicos de emergencia cuando necesitan servicios médicos, lo cual alarga la espera de otras personas. También consumen recursos de la policía, quienes podrían estar enfocándose en combatir delitos.

Pasamos más de dos horas y media explorando nuestra zona, con nuestra libreta en la mano tomando nota de lo que veíamos. Al final no encontramos a nadie. El área que nos tocó era una vecindad adinerada del condado, de difícil acceso para personas que no tienen hogar.

Regresamos a nuestra estación decepcionados. Pero después de reflexionar un poco, nos dimos cuenta de que no encontrar a nadie durmiendo en la calle era en realidad algo bueno.

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