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Sabían que su talco causaba cáncer y seguía a la venta

Johnson & Johnson estaba al tanto de que el talco que produce contiene una sustancia cancerígena, desde 1971

Fotografía por: Sabían que su talco causaba cáncer y seguía a la venta

El pasado 14 de diciembre se confirmó, vía un reporte publicado por Reuters, que la monumental Johnson & Johnson sabía por décadas que su masivamente popular talco para bebé contenía asbesto, una sustancia potencialmente cancerígena, y que en lugar de enmendar su fórmula suponemos que en detrimento de sus ganancias, hizo todo lo posible por ocultarlo.

El reporte de Reuters se basa en cientos de documentos internos de esta compañía, además de otros obtenidos a lo largo de juicios contra esta corporación y otros recopilados por periodistas y organizaciones. Todos estos documentos también fueron hechos públicos.

¿Qué nos ha ocurrido como sociedad, incluso como especie, para llegar a escenarios como el que dibuja el caso Johnson & Johnson?

Más allá de clamar por un castigo proporcional al daño cometido si es que existe una pena de esas dimensiones y de condenar categóricamente el anti-espíritu que reina detrás de acciones como las de Johnson & Johnson, valdría la pena hacer de este funesto precedente un parteaguas en el papel que juegan las marcas y las compañías en el destino de nuestra especie y en la forma de relacionarnos con el planeta.

Si los consumidores, es decir todos nosotros, castigamos a las marcas y compañías que atentan contra nuestra salud y la de nuestro entorno, que explotan a sus empleados y recurren a procesos productivos absolutamente irresponsables, que ponen su patológica búsqueda de ganancias por encima de cualquier otro factor y repercusión, entonces estarán irremediablemente condenadas a la extinción.

Además, si en cambio premiamos a aquellas marcas y productos que abiertamente están esforzándose por cambiar el paradigma de ganancia a toda costa aún cuando tengan una historia poco loable pero, hasta cierto punto, “entendible” por la falta de conciencia de momentos anteriores en la historia, y sobretodo a aquellas iniciativas que desde su misma esencia están orientadas a ser sustentables, entonces este proceso podría acelerarse.

No se trata necesariamente de inaugurar una cacería de brujas, aunque si de exigir legislaciones que impidan que estas prácticas sigan ocurriendo y castiguen, con toda severidad, a los infractores.

En realidad se trata de hacerles entender a las grandes trasnacionales, y a las marcas en general, que si quieren aspirar al privilegio de nuestro consumo, entonces tienen que asegurarnos que el bienestar de todos los involucrados, empleados, consumidores, medioambiente es prioritario en su operación.

Vía: Eccosfera

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