LeerEntreLíneas: Marcelo, el condescendiente

La experiencia de Marcelo Luis Ebrard Casaubón es amplia. Fue aprendiz del también exregente del extinto del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís; quien, siendo Secretario de Relaciones Exteriores entre 1993 y 1994, reclutó a Ebrard como subsecretario de la misma institución. Luego, Marcelo fue diputado federal, Secretario de Seguridad Pública y de Desarrollo Social de la Ciudad de México; también fue jefe de Gobierno de la capital del país, periodo en el cual obtuvo Premio al Mejor Alcalde del Mundo y encabezó la Red Global de Ciudades más Seguras de ONU-Hábitat.

Muchos se escandalizarán después de leer el título de esta entrega, sin embargo, para estar en condiciones de emitir un juicio amplio, bien conviene profundizar un poco más en el significado del vocablo “condescender”. De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española (RAE), dicha palabra se define como “acomodarse por bondad o conveniencia al gusto y voluntad de alguien”; así mismo, la RAE dice que es: “aceptar o tolerar con suficiencia o desdén”.

Partiendo de dicha premisa, podemos entender que el actual canciller mexicano, hasta cierto punto, se mantuvo “tranquilo” mientras las otras corcholatas se la pasaron de campaña, ¡perdón! Quise decir, de gira de “trabajo” por todo el país. Considero que el carnal Marcelo, y no me refiero al compañero de Tin Tan sino a quien aspira a ser el sucesor del presidente López Obrador, ha sido condescendiente con su jefe y su competencia, porque su trayectoria política y experiencia de vida no permiten considerarlo ingenuo.

Nunca lo ha escondido. Ebrard quiere ser presidente de México. Desde aquella encuesta interna en la que prácticamente quedó empatado con el propio Andrés Manuel y decidió ceder para favorecer el proyecto de nación que ambos comparten. Sin embargo, hay que tener muy en cuenta que, aunque el fin puede ser el mismo, las estrategias, rutas y decisiones que se ejecutan pueden variar significativamente.

El caso es que, aparentemente, la condescendencia de don Marcelo llegó a su límite y decidió abrirse de capa. Algo que dudo mucho que a don Andrés Manuel le agrade. Menos grato debe parecerle a su señora esposa, a quien, dicho sea de paso, el presidente le creó la Coordinación de Memoria Histórica y Cultural de México. Una oficina que, además de duplicar las funciones que ya posee la Secretaría de Cultura por ley desde 2015, nada más durante 2022 gastó $32´830,325.00 de pesos.

Pero, regresando a nuestro tema principal, cabe destacar que la “no primera dama” de México es entrañable amiga de Claudia Sheinbaum, de ahí que sea la corcholata predilecta de AMLO; seguida por su paisano y amigo Adán Augusto López, gobernador de Tabasco con licencia y secretario de Gobernación, que recientemente se la ha pasado despotricando contra Ebrard Casaubón. Puro “amiguismo”, diría el propio señor López.

Así, Ebrard decidió arrancar con una gira nacional para conquistar a los simpatizantes de la alianza partidista que llevó López Obrador a Palacio Nacional. Los primeros destinos fueron la Ciudad de México, Tijuana, Querétaro, Monterrey, y los que vendrán. Esto ya le valió una queja por actos anticipados de campaña; por lo que, dadas las hostilidades del gobierno morenista hacia las autoridades electorales, habrá que estar muy pendientes de cómo se resolverán.

Otro de los aspectos que el equipo del aspirante presidencial debe cuidar y de manera muy particular son los eventos que le organizan. Por ejemplo, en Tijuana, el funcionario federal, además de poner en marcha la oficina de expedición de pasaportes en el Aeropuerto Internacional, inauguró una sala de juicios orales en una institución educativa privada. Para empezar, Marcelo ni siquiera es abogado. Segundo, la locación no fue la ideal y la presencia del presidenciable en Baja California fue deslucida. Deben entender que, ante la cargada presidencial, sus tiros deben ser de precisión y no llamaradas de petate.

Post scriptum: “Soy un político afortunado: perdí, pero conservo la posibilidad de que me tomen en cuenta”, Manuel Camacho Solís.

El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).

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