Leer Entre Líneas: Relación tóxica

El paso del tiempo ha traído consigo muchos cambios. En muchas ocasiones, los seres humanos evolucionamos; en otras tantas, involucionamos. Así que, como reza el dicho, “todo depende del cristal con el que se mira”. De tal suerte que, en nuestros días, suelen escucharse nuevas expresiones (que aún no pueden considerarse palabras), como: “stalkear”, “funar”, “sugar daddy”, “crush”, “hater”, “toxicidad”, “agusticidad”, “teléfono viejo”, entre muchos otros términos basados en el extranjerismo. Tan bonito que es nuestro español, pero bueno. Ese es el resultado de no dominar la lengua materna, ni aprender un nuevo idioma cabalmente.

Lo anterior, me da pie para compartir con ustedes la reflexión de esta semana. En 2018, un poco más de 30 millones de mexicanos iniciaron una “relación” con el actual presidente de México. El 1º de julio de aquel año le dieron el “sí”; cinco meses después, el 1º de diciembre, formalizaron su relación. A partir de entonces, como todo vínculo de pareja, ha tenido sus altas y bajas. Lo que resulta curioso es cómo, a pesar de las incongruencias, contradicciones y omisiones, con frases melosas como: “me canso ganso”, los “quiero desaforadamente”, “abrazos, no balazos”, “tengo otros datos”, y un muy largo etcétera, el jefe del Ejecutivo federal embelesa a su contraparte.

Como diría el exconsejero presidente del Instituto Federal Electoral (hoy INE), José Woldenberg, se trata de una “jugarreta indigna”. Así, muchos confundimos el amor con el apego o la dependencia. Uno que otro aplicaría el “pégame, pero no me dejes”. Una relación que, antes llamarían: “amor apache”, hoy es una “relación tóxica”.

Dicen los que saben, que pueden existir distintos tipos de relación tóxica (sea o no de pareja). Sin embargo, todas coinciden en tres puntos: no son saludables, causan daño y consumen el amor propio. Como entona la canción de Argentino Ledesma: “Qué cosas que tiene la vida. Qué cosa es tener que llorar. Qué cosas tiene el destino. Será mi camino sufrir y penar…”. Pero “ahí andas”, diría mi abuela.

Así han sido los últimos casi cinco años (oficialmente) en la relación entre el 53.19% de los electores y Andrés Manuel López Obrador. Cegados por su amor, su devoción o su orgullo, quienes defienden fervorosamente al expresidente legítimo de México (¿Cuándo dejó de serlo?), se resisten a dejar atrás la “toxicidad” de una relación que aún podría ser productiva. No digo que todo sea malo o negativo, pero indudablemente la pasión los domina al emitir un juicio del actual Gobierno Federal.

¿Es costumbre, resignación, soberbia o amor verdadero lo que los ata al presidente? Cada uno lo sabrá. Costumbre porque actúan por inercia; resignación porque ya ocupa el puesto y nada se puede hacer; soberbia por no aceptar públicamente que se tomó una decisión que, en 2018, se consideró adecuada y ahora resulta contraproducente; amor verdadero, ya que realmente se vive convencido de que la decisión fue correcta y de que el tabasqueño es el mejor presidente que ha tenido nuestro país. Como diría el propio AMLO: “todavía falta que, a ustedes y a mí, nos juzgue la historia”.

Antes de finalizar, abusaré de la amabilidad del lector, pues hoy mi muy querida y admirada amiga María Cristina García Cepeda está celebrando su cumpleaños, por lo que no quiero dejar pasar la ocasión para felicitarle. ¡Va un fuerte abrazo hasta la capital de la República, mi queridísima Maraki!

Post scriptum: "Nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error", Napoleón I (Bonaparte).

* El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).

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