Claudia Sheinbaum crónica de un dedazo anunciado

Desde el primer momento en que Andrés Manuel López Obrador se supo presidente electo de México y poseedor de todo el poder que puede otorgarle la banda presidencial, ha buscado, sin faltar un solo día, la forma de mantener ese poder para siempre o por el resto de sus días; la mejor manera fue encontrar un sucesor a la medida de sus aspiraciones y Claudia Sheinbaum figuró como la mejor opción, no por brillante, claro esta, sino más bien por subordinada.

Durante el simulatorio proceso de selección a través de las encuestas [único sistema democrático que el presidente es capaz de comprender] todos los aspirantes, incluido el ahora endeble Marcelo Ebrard, sabían de antemano, que la balanza estaba inclinada en favor de Claudia Sheinbaum. Esa era la única regla del juego y todos, incluido el ex canciller, estuvieron de acuerdo en aceptar.

El dedazo presidencial hizo su movimiento y escribió en la pared las siglas de la próxima sucesora desde que destapó a los aspirantes. A diferencia de lo que sucedió con el proceso de selección de la oposición, cuyos candidatos declinaron al ver sus oportunidades disiparse con el paso de los días en favor de Xóchitl Gálvez, en el proceso Obradorista, sus pseudo-aspirantes, salvo Marcelo, mantuvieron siempre su postura de que iban a ganar, a pesar de no tener arrastre popular. Adán Augusto, Ricardo Monreal, sin mencionar al porro compañero Gerardo Fernández Noroña repetían hasta el cansancio que saldrían victoriosos con tanta insistencia, que ni siquiera ellos mismos lo podían creer.

Poco a poco, Adán Augusto y Monreal fueron desapareciendo de la escena pública y sus intervenciones, más que ridículas, mostraban la imagen de lo que es ahora la política en México: un concurso de lambisconerías basado en ver quién es más leal a un hombre, a cambio de puestos de gobierno. Claudia Sheinbaum resultó la más obediente de todos ellos. En ningún momento se salió del guión obradorista. Repitió sin tartamudeos, que el fin último era la continuidad de la 4ta transformación y la unidad del movimiento, [a pesar de que nadie sabe, ni ellos mismos, qué es la 4t y su movimiento]. Copió letra por letra lo que el presidente dictaba, porque sabía que esa era la única forma, no de llegar a la presidencia, sino de ganar la aprobación del presidente.

Una vez memorizados los lemas de campaña [porque nunca hubo discursos], comenzó sin importar rayar en lo grotesco y en lo ridículo, a imitar al presidente en su forma de hablar; adoptó el acento tabasqueño, los lentos y monótonos ademanes; los insultos en contra de todo aquel que se oponga a las aspiraciones del principal aspiracionista de Palacio Nacional. Todo lo hizo, aunque sin gracia, más bien como una parodia deslucida de su propia persona.

El umbral de dignidad es distinto en cada persona y el dedo presidencial se inclinó a favor del candidato que la perdiera por completo. Marcelo Ebrard puede quejarse todo lo que quiera. Puede insistir que en el 2011 declinó en favor de Obrador, eso es culpa suya y las consecuencias de su ceguera política las pagará él solo. Tuvo la desgracia de tener ideas distintas al presidente y a consecuencia, nadie en MORENA lo reconoce. Nunca vio o nunca quiso ver que Obrador solo ha sido leal a sí mismo.

En 5 años que van de gobierno, el presidente ha dejado claro una sola cosa: todo aquel que piense diferente a él, es un enemigo del pueblo y un claro peligro para la ostentación del poder. Carente de ideas, Claudia Sheinbaum figuró desde el inició como la mejor opción para ser la próxima candidata a la presidencia de México.

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