TIJUANA.- Con voz entrecortada y acariciando al cachorro que tiene en sus brazos Amelia Pérez González, de 27 años, recuerda al primer perrito que rescató: "Me lo llevé a mi casa, le di de comer y lo cuide".
Sin embargo, el can no se salvó debido a que sufría de parvovirus, una enfermedad común en los cachorros que no son vacunados y que mata a miles de perros al año.
"Después de varios días de cuidado y visitas al veterinario sólo dio tres suspiros y murió", recuerda Nina, como la apodan sus amigos y familiares.
"Es un coraje y una impotencia que sientes por no poder hacer nada", dice Pérez notablemente molesta.
Desde entonces su amor por los perros la ha llevado a rescatar y salvar del peligro a siete canes y espera poder seguir ayudando a muchos más.
La joven tijuanense los traslada a su casa, los baña, les da de comer, los cuida y apapacha. Los lleva al veterinario y ya que están sanos y fuertes les busca un hogar donde los respeten pero sobre todo donde les den amor.
Los familiares y amigos de Pérez conocen su corazón altruista y saben que en su carro jamás faltará un costal de comida de perro y galones de agua.
"Cada vez que voy en mi carro y veo un perrito mal me paro y le dejo su plato de comida y agua", afirma la amante de los animales.
Pérez sabe que no puede salvar a cada uno de los perros que rondan las calles de Tijuana, pero ha aprendido a detectar cuales de ellos la necesitan.
"Yo me doy cuenta. Si los veo que están flaquitos, asustados, temblando, desorientados, yo se que me necesitan, no es el caso de los perros que se ven un poco más fuertes que conocen las calles y que han aprendido a sobrevivir en ellas".
Desafortunadamente muchos de los canes que logran sobrellevar una vida en las calles terminan en la perrera, atropellados o maltratados por la gente.
Pérez detesta el maltrato a los perros, tanto así que en una ocasión trató de detener a un par de hombres que trataban de encender el rabo de un perro de raza boxer con un encendedor.
La joven no pensó en las consecuencias y al ver la tortura que estaba sufriendo el animal se acercó y les exigió que lo dejaran en paz.
"Mentí y dije que era mi perro para que lo dejaran en paz y poder llevármelo conmigo", admite Pérez.
El boxer fue rescatado y hoy goza de un buen hogar que "Nina" encontró para él.
La vida de Pérez ha estado llena de perritos que su familia rescata, la gran mayoría de ellos traídos a casa por su papá.
En algún momento llegaron a tener hasta nueve perros, la gran mayoría boxer, todos ellos habían sido rescatados de alguna penumbra. Los que ya no están con su familia es porque han muerto por la edad.
El rescate que marcó la vida de Pérez fue el de un labrador negro que encontraron un día en que la familia de la joven acampaba en la playa.
El perro estaba amarrado con una cadena muy corta que no le permitía hacer ningún movimiento, se encontraba muy delgado y triste; la joven no lo podía dejar a su suerte.
Con la ayuda de su hermano desamarraron al perro pensando que iba a escapar al sentirse libre, pero éste no huyó, los siguió hasta su campamento donde tuvieron que rogarle a su papá para poder llevárselo a casa.
Un día antes de regresar a casa, alrededor de las tres de la madrugada y cuando todos dormían, el abuelo de Pérez salió al baño, después un largo rato el abuelo no volvía al campamento y la familia comenzó a preocuparse. Mientras buscaban al abuelo se percataron de que el labrador negro tampoco estaba en el campamento, comenzaron a chiflar para ver si esto llamaba la atención del perro y aparecía por algún lado. A lo lejos escucharon al perro ladrar, el hermano de Pérez fue a su encuentro, el labrador lo guió hasta donde se encontraba el abuelo desorientado, parado en medio de la oscuridad.
El abuelo les platicó que el perro había estado junto a él todo ese tiempo. Esto haría al suertudo labrador merecedor de su nueva vida con la familia Pérez, sin embargo el papá de los jóvenes les puso una condición: "Si abro la puerta del carro y el perro se sube nos lo llevamos, si no él se queda aquí," declaró el jefe de familia a sus esperanzados hijos.
El padre de Pérez abrió la puerta y el labrador inmediatamente se subió al carro.
Quince años después de su rescate en la playa y de disfrutar de una vida llena de amor, "Champ" murió por la edad.
"Se nos acaba de ir hace cuatro meses" platica Nina entre lágrimas recordando al labrador que murió en paz entre sus brazos.