El público en la lucha libre mexicana no es sólo un espectador sino también participa del evento entrando a los juegos de palabras y amenazas de los técnicos y los rudos.
A veces la participación de la gente, sobre todo la que está en las primeras filas, se sale de control y entra a la batalla con sillazos y remojones de cerveza.
Algo así sucedió la noche del viernes 12 de agosto en el Auditorio Municipal de Tijuana durante la lucha de LA Parka y su hijo
ante el Dr. Wagner y su vástago, cuando disputaban una bolsa de 200 mil pesos, que estaban aparentemente en un maletín negro colgado en las luces que iluminaban el centro del ring.
Según los protagonistas, entre ellos hay una enemistad de casi dos décadas y la han alimentado sus respectivos hermanos e hijos en diversos duelos en el cuadrilátero, vestidores y gradas.
No se sabe qué tan cierto es esto, pues en la lucha libre los técnicos (aunque ya no tan técnicos, pues a menudo utilizan la trampa y los golpes bajos para ganar sus contiendas) siempre ocupan de sus contrincantes para hacer sus llaves y vuelos espectaculares.
Aquí no es como en el boxeo, donde el odio se puede mostrar con todas las técnicas aprendidas y sólo depende de los puños, fortaleza y la condición física que se adquirió.
En la lucha libre los luchadores esperan el salto del rival, soportan las burlas predecibles del personaje en turno y las llaves, que sin duda les duelen.
Las llaves están aplicadas sólo hasta cierto punto procurando no lastimar o quebrar al enemigo en turno, según explica el entrenador de lucha libre Mario Fuentes, quien fue profesional bajo el seudónimo de Médico Asesino Jr.
Las Parkas y los Wagner trataron a toda costa durante el combate mostrar su antagonismo. Se quebraron tablas en su espalda, se dieron sillazos y golpes con una escalera de aluminio, que terminó toda chueca.
También se lastimaron con un tambo de plástico, se insultaron y se aventaron bebidas en sus rostros. Siempre hasta cierto punto, siempre con la complacencia del rival.
Tal vez en lo privado sean grandes amigos. El Dr. Wagner y LA Park tienen la misma edad, 45 años, la misma profesión, un sentido del humor muy semejantes, hijos a quienes heredarles sus hombres y sus carreras; además se les advierte una gran pasión por lo que hacen. Eso convertiría a muchos en compadres.
Ellos en lo público quieren mostrar una rivalidad de historieta, algo así como el superhéroe y su némesis, ante unos aficionados que les festejan o se irritan (en realidad otra forma de festejo) con todo lo que hacen.
La noche del viernes hubo unos 3 mil fanáticos que disfrutaron el evento de enmascarados y que aplaudieron y celebraron que El Hijo de LA Park subiera la escalera al final del combate y tomara el maletín del dinero.
Como era de esperarse, los doctores Wagner en el transcurso de la lucha habían estado a punto de alcanzar la preciada valija, pero el público participativo avisó a las Parkas molidas a ras de lona y pronto se recuperaron para que aquello tuviera un final feliz.
¿Habían ganado los buenos? Eso quién sabe, hace tiempo que los rudos y los técnicos en la lucha libre se compartan igual.
Tal vez ganaron los más populares. No sólo en la frontera y el resto del país estos personajes tienen una increíble popularidad, sino también a nivel internacional. Recién LA Park fue invitado en la convención de San Diego de comics.
Curioso fenómeno que un luchador con traje de calavera o parca haya alcanzado una popularidad insospechada y que coincida en un momento en que el país parece colmado de muertos tras la guerra del gobierno federal contra los cárteles de la droga establecidos en México.
