Los Ángeles, 31 ago (EFE).- La desaparición de su madre en un casino de Nevada llevó al salvadoreño Amadeo Hernández a escribir un libro y crear una fundación que ha ayudado en los últimos cuatro años a cientos de ancianos hispanos.
"De alguna manera, parte de la comunidad latina en EE.UU. ha perdido los valores de respeto y aprecio por los ancianos de la familia y ahora quieren deshacerse de ellos", comentó a Efe Hernández, quien en diciembre de 2000 perdió a su madre.
Los hermanos Hernández y sus familias recibieron por primera vez la visita de sus padres a Estados Unidos y lo que comenzó como una gran alegría terminó en tragedia.
"Los llevamos a visitar distintos sitios de Los Ángeles y el 20 enero (del 2001) mi hermano Juan con su esposa los llevaron a conocer Las Vegas", relató.
"Mientras visitaban un casino en medio del desierto, mi madre se desorientó y salió a caminar fuera del edificio, quizás como buscando su casa", dijo el salvadoreño, ciudadano estadounidense, que trabaja administrando edificios.
La desaparición de la señora Bernardina Hernández llevó a una intensa búsqueda que culminó siete meses después, el 1 de septiembre del 2001, cuando sus restos fueron encontrados en el desierto, cerca de una milla al norte del casino.
Según el informe forense, la señora Bernardina se desorientó y en medio de la fría noche sufrió un infarto.
"Estuve un año sufriendo de depresión y sin poder trabajar. El médico que me trataba me recomendó como terapia que escribiera detalladamente para sacar todo eso dentro de mí", explicó.
"Así surgió 'En busca de Bernardina' un libro que ha tocado muchos corazones y ha permitido que muchas personas se den cuenta de que los ancianos son muy vulnerables", añadió.
También comenzó a dedicar parte de su tiempo a visitar ancianos, descubriendo las necesidades entre los adultos mayores hispanos, muchos de ellos abandonados o desatendidos.
En 2007 nació la Fundación Bernardina que busca identificar estos casos de adultos hispanos mayores de 60 años, desprotegidos, abandonados o que están sufriendo abusos o perdido contacto con sus familiares.
A raíz de un programa de radio donde ofrecía la ayuda de la fundación y "di mi teléfono (323) 633-7418 recibí cerca de 600 llamadas de personas para contarme sus casos".
Como un señor de Pomona, abandonado por su familia que llamó y le dijo, "vivo en un cuarto estrecho y no tengo con quien hablar. Sólo con las paredes: las llamo Blanca, Amarilla, Teresa y Baltasar. Tengo 62 años y soy ciego".
O el de una señora de 91 años cuyo hijo y cuñada la mandan a la calle a pedir limosna todos los días para que ayude con los gastos de su comida.
"Muchos viven marginados, en la parte trasera de la casa o en el garaje, sin aire acondicionado ni calefacción, y a veces durmiendo con el perro o con los gatos", sostuvo.
"A otros los mandan a la escuela a recoger a los nietos aunque no pueden caminar bien por la artritis, o los ponen a hacer trabajos para que 'paguen' por la renta o la comida, o a hacer oficios de la casa", agregó.
La fundación -con el apoyo del consulado salvadoreño- también ha ayudado a que al menos dos ancianas que se encontraban desamparadas en EE.UU., se reunieran nuevamente con sus familias en El Salvador.
"Tenemos que llevar el mensaje de los valores tradicionales y la importancia de las personas mayores a los padres y a los hijos en las familias hispanas en este país", concluyó Hernández.