El Evangelio del Diablo Castro Trenti

El Evangelio del Diablo Castro Trenti

El diablito de peluche estaba ahí, en el centro del escritorio, mirándonos fijamente con su sonrisa amorosa y un corazón entre los brazos. Un simpático y regordete diablito rojo, con su tridente, sus cuernos y su cola, colocado en la oficina del secretario de Gobierno del 18 Ayuntamiento de Tijuana, Fernando Jorge Castro Trenti. El […]

Por Brenda Colón el abril 13, 2017

El diablito de peluche estaba ahí, en el centro del escritorio, mirándonos fijamente con su sonrisa amorosa y un corazón entre los brazos.



Un simpático y regordete diablito rojo, con su tridente, sus cuernos y su cola, colocado en la oficina del secretario de Gobierno del 18 Ayuntamiento de Tijuana, Fernando Jorge Castro Trenti. El diablito, me dijo Fernando, era un regalo reciente de su joven esposa Isis Peralta. Ahora se había convertido en el mudo testigo de nuestra entrevista, celebrada en la primavera de 2005, en los primeros meses de la administración hankista



Isis Peralta y Fernando Castro Trenti




"Yo pensaba que le ofendía que le dijeran Diablo. No me imaginé que en su casa también le llamaran así", le dije.



"Bueno, es solo un apodo. Siempre me han dicho así, desde chiquito, porque decía mi mamá que yo era un diablito, pues era un poco travieso. Ahora mi esposa ha tenido este buen detalle" me respondió sonriente el secretario.



En verdad era un detalle simpático, una dosis de humor o sarcasmo para una oficina que según no poca gente, era algo así como la caldera de último círculo infernal. La parte hankista del Palacio Municipal me había dicho que en esa misteriosa y diabólica oficina se celebraban reuniones (¿o serían aquelarres?) a las tres de la madrugada, atípicos horarios en que el Diablo Castro Trenti citaba a sus interlocutores. Me decían que ahí adentro olía a azufre y se respiraba podredumbre. Lo del olor a azufre no pude nunca percibirlo, pero lo de las citas en la madrugada sí que era cierto. Una noche fui a hacer un reportaje con la gente que se quedaba a dormir en Palacio para tomarse una foto con Jorge Hank Rhon en el "Martes de Puertas Abiertas". Aunque mi objetivo era reflejar a la gente durmiendo sobre petates y viejas cobijas colocadas sobre el patio central del inmueble, no pude evitar subir a tercer piso para comprobar que en efecto, en la oficina de la Secretaría de Gobierno había luz a las tres de la mañana. Pero no era solamente que la oficina estuviera iluminada. Por ahí entraba y salía gente. El secretario de Gobierno estaba celebrando audiencias a esa hora.



La leyenda ya era más o menos clásica entre el círculo cercano a Fernando Castro Trenti: el que pactaba con el Diablo, debía acostumbrarse a no dormir, pues las audiencias a menudo eran en la madrugada. Mientras Tijuana dormía, en la oficina de Fernando se tomaban acuerdos y se firmaban pactos. Era, por lo menos, una costumbre un tanto extravagante, no tan alejada de mi vicio de escribir de madrugada.



Conocí a Fernando Castro Trenti en el otoño de 1999, aunque he de confesar que he olvidado las circunstancias exactas del día en que lo vi por vez primera. Era la época en que al PRI le dio por jugar a la democracia interna y se disputó la candidatura presidencial en una elección abierta en la que participaron Francisco Labastida, Roberto Madrazo, Manuel Bartlett y Humberto Roque Villanueva.



Periódico Frontera acababa de empezar a circular y yo era un recién llegado a Baja California. Desde que tuve conocimiento de la existencia de Castro Trenti, el ambiente reporteril se refería a él como el Diablo. "Ojo con él, que es quien truena los chicharrones y mueve los hilos en el PRI de Tijuana", me habían advertido.



En aquel entonces era el dirigente estatal del partido. Por supuesto, era "ajonjolí de todos los moles" y estaba presente en todos los actos públicos de los tricolores. Aunque guardaba las formas, era obvio que apoyaba a Labastida Ochoa para ser el candidato de su partido, a diferencia de los Hank, que se la jugaron a muerte con Madrazo.



La primera probadita de las artes de Castro Trenti la tuve en 2001, cuando el PRI bajacaliforniano también quiso jugar a la democracia organizando una caótica elección interna para definir a los abanderados a la gubernatura y las alcaldías. Por la gubernatura empezaron compitiendo Daniel Quintero, Manuel "El Nene" Gallego, Amador Rodríguez y Guilebaldo Silva Cota. Los dos últimos se bajaron del barco bajo el argumento de que no tenían dinero para pagar su candidatura. Quintero y Gallego llegaron a la final, con triunfo para el ensenadense.



Por la candidatura a la presidencia municipal de Tijuana, la disputa estuvo entre el colosista-neozapatista Jaime Martínez Veloz y el empresario Carlos Bustamante Anchondo. Recuerdo bien la tarde en que Carlos Bustamante llegó muy solemne a registrar su candidatura al comité municipal del PRI en la Zona Norte. Llegó acompañado del ex alcalde René Treviño Arredondo y de una pequeña comitiva de amigos y simpatizantes, pero una multitud de supuestos simpatizantes de Martínez Veloz se encargó de boicotear su registro con gritos y alharaca. Bustamante salió echando pestes de ahí. Dos días después convocó a conferencia de prensa en su oficina en el Grand Hotel, donde anunció que declinaba pues el proceso estaba amañado de origen. Fue la primera vez que vi enojado al imperturbable Bustamante. El empresario estaba furioso y acusó abiertamente a Fernando Castro Trenti de organizar el boicot en su contra y de ser la mano que mecía la cuna amañando la elección priista. No me consta, porque yo no estuve ahí para verlo, pero son demasiadas las voces que coinciden en la veracidad de esa anécdota, elevada a la categoría de leyenda urbana de la política bajacaliforniana, en la que Castro Trenti es corrido a golpes y empujones del lobby del Grand Hotel por un enfurecido Bustamante que no quería verlo ni en pintura. Hoy ambos políticos se encargarán de negar esa versión. Lo que mí me consta, es que en 2001 Carlos Bustamante detestaba con fervor Castro Trenti. Nunca ha sido fácil maquillar el desprecio.



La elección del 2001 fue el punto más alto del panismo en la historia política de Baja California. Impulsados por el efecto Fox y por la capa caída que arrastraba el priismo en todo el país, los azules barrieron la elección logrando el carro casi completo. Pese a que el PRI tuvo buenos candidatos, Daniel Quintero cayó contra Eugenio Elorduy en la lucha por la gubernatura, mientras que Jaime Martínez Veloz sucumbió ante Jesús González Reyes. Parecía la hecatombe tricolor, pero la mano que meció la cuna en su partido, empezó a dar sus célebres lecciones de ganar perdiendo.



Castro Trenti logró colorase por la vía plurinominal al Congreso de Baja California dentro de una legislatura dominada por los panistas. Los azules habían ganado trece de los 16 distritos. Fue ahí cuando Castro Trenti ofreció una dosis de sus habilidades como operador, capaz de administrar y sacar ventaja a la inferioridad numérica. Aquella 17 Legislatura fue controlada y orquestada por el Diablo, que logró transformar la minoría en mayoría con el apoyo de dos diputadas panistas rebeldes (una de ellas Laura Sánchez, del distrito 8, esposa de Manuel González Reyes) y del perredista Jesús Ruiz Uribe. El Congreso fue volteado de cabeza y lo que hubiera parecido una luna de miel para la mayoría panista, acabó transformándose en una pesadilla, pues incluso un político tradicionalmente radical e inflexible como Eugenio Elorduy, debió negociar con Castro Trenti, que se convirtió en la voz cantante del legislativo.



Entre los productos cocinados por aquella 17 Legislatura como resultado de una de tantas negociaciones entre Castro Trenti y los panistas, fue la polémica ley antichapulín, que el mismo Castro Trenti salió a combatir muy pocos años después, cuando dejó de convenir a sus intereses.



Como diputado local Castro Trenti ofreció una cátedra de lo que mejor sabe hacer: operar con mano izquierda y dosificar sus cartas. Negociar, pactar, apretar, ceder, aprovechar las debilidades del adversario y encontrar el punto frágil de ruptura para lograr dimisiones y cambios de camiseta, siempre con barajas en ambas manos y ases bajo la manga.



El priismo radical seguía acusándolo de lucrar con las derrotas del partido y hacer alianza con el enemigo. Castro Trenti era el único que ganaba con la debacle tricolor. Aun recuerdo ese enorme grafiti que amaneció un día en la pared del edificio del PRI en la Zona Norte: "Fracastro Trenti". Su autor era Luis Arturo Valdéz Otáñez, el polémico Donas, en su momento uno de los grandes detractores del Diablo. Lo cierto es que



Castro Trenti logró operar por completo una legislatura donde empezó jugando en desventaja.



En 2004, con Roberto Madrazo como dirigente nacional priista, el partido tricolor sorprendió a propios y extraños al postular a Jorge Hank Rhon como su candidato a la alcaldía. Algunos se rasgaron las vestiduras. Aquello sí que era el acabose. Castro Trenti, fiel a su costumbre, supo anticipar hacia donde corría el viento político y aparecer providencial para convertirse en el coordinador de la campaña de Hank Rhon, alguien que no era su amigo y con quien hasta ahora no había tenido relación alguna.



Imposible olvidar la noche del 1 de agosto de 2004 en el palenque del Hipódromo, cuando Castro Trenti, armado de esa sonrisita suya tan particular, le levantó el brazo al ganador Jorge Hank Rhon. La historia política de Baja California daba un vuelco. Imposible también olvidar la helada noche del 30 de noviembre de 2004, cuando en medio de un primer zipizape de antología entre ediles panistas y priistas, Castro Trenti fue nombrado "por la libre" secretario de Gobierno. Ante una abarrotada explanada de Palacio, Castro Trenti volvió a mostrar esa inconfundible sonrisita de "me salí otra vez con la mía".



Durante su etapa como secretario de Gobierno fue cuando más cerca estuve como reportero de las actividades de Castro Trenti. En aquel entonces yo había decidido convertirme en la sombra más fiel e incómoda de Jorge Hank Rhon y pasaba más tiempo en Palacio Municipal que en mi casa. A Castro Trenti lo veía diario. Fue por aquella época cuando le hice la entrevista en donde descubrí al diablito de peluche que adornaba su oficina. También fue Castro Trenti la voz cantante para justificar y defender el aumento de sueldo que por la libre se aprobaron los ediles priistas con la "resignada" complacencia de los panistas, pues no recuerdo que ninguno de los seis azules haya renunciado a su duplicada ganancia. Castro Trenti, que se convirtió de golpe y porrazo en el funcionario mejor pagado del Ayuntamiento de Tijuana (incluso por encima de Jorge Hank Rhon) justificó el aumento diciendo que era el sueldo neto, sin ninguna otra compensación, y aseguró que entre pellizcos y prestaciones, los ediles panistas ganaban más en administraciones pasadas. Hank Rhon dijo que el tema ni le preocupaba, pues el sueldo que ganaba (una bicoca para su cartera) lo donaba íntegro al DIF que presidía su esposa María Elvia.



Pronto me quedó claro que aquel Palacio Municipal estaba partido en dos. Por una parte estaban los funcionarios hankistas, los que traían la camiseta del Grupo Caliente, ubicados en posiciones de cercanía con el presidente municipal. Por el otro estaba la gran cofradía del Diablo, que copaba por completo la arteria de la Secretaría de Gobierno, controlando reglamentos, alcoholes y todas las cajas chicas del gobierno municipal, árboles donde no se movía una hoja sin la venia de Castro Trenti. Los del Grupo Caliente desconfiaban del Diablo y los suyos. Su animadversión era inocultable, aunque todavía no abierta.



En 2006 Castro Trenti volvió a dar una lección de ganar perdiendo cuando se convirtió en senador de lista. Nadie como él ha aprovechado las bondades del sistema legislativo para ganar sin hacer campaña. Castro Trenti se fue a despachar a la calle Xicoténcatl y le heredó su oficina al regidor Andrés Garza, aunque no se desvinculó de la política local.

Contenido relacionado

Gobernadora Marina del Pilar invita a Baja California a adoptar en Santuario Animal Mily

Gobernadora Marina del Pilar invita a Baja California a adoptar en Santuario Animal Mily

diciembre 21, 2024
Depeche Mode: El documental de Netflix que explora su influencia y legado musical

Depeche Mode: El documental de Netflix que explora su influencia y legado musical

diciembre 21, 2024

Contenido relacionado