Durante años, Ruanova consideró a Castro Trenti como el responsable de todos los males y miserias del PRI en Baja California y lo expresó con toda la furia que lo caracteriza.
Felipe llegó al extremo de escribir al Comité Ejecutivo Nacional del PRI para exigir que expulsaran a Castro Trenti del partido acusándolo de alta traición.
Puede que las palabras se las lleve el viento, pero la palabra escrita suele permanecer y hay demasiados correos donde Ruanova se vuelca entero contra Castro Trenti y su "mafia" a los que involucró, entre otras cosas, en el negocio de los "carros chocolate".
Lo acusaba de pactar abiertamente con los panistas, de lucrar con las derrotas del PRI, de tener secuestrado al partido tricolor y de haber sido el artífice y el promotor de la pérdida de sus derechos como militante.
Cuando en una entrevista con Frontera en agosto de 2010 Castro Trenti declaró "yo los hice candidatos" en referencia a los priistas que recién habían triunfado en las cinco elecciones municipales, Ruanova reaccionó furioso y dijo que esa sola expresión bastaba para expulsar inmediatamente a Fernando del partido.
De ahí que sorprenda tanto que el ahora candidato del Movimiento Ciudadano diga que Castro Trenti es su amigo y que "no le conoce nada", cuando en su momento fue uno de sus blancos favoritos.
Felipe Ruanova Zárate ha sido durante años huésped permanente en las bandejas de entrada de los correos electrónicos de miles de bajacalifornianos, que hemos sufrido el inclemente bombardeo de sus peroratas.
Con una retórica excesiva, cargada de improperios, aunque no exenta de humor negro e ironía, Ruanova ha hecho del correo electrónico el vomitorio ideal para desparramar sus traumas y pesadillas.
Su esencia es la de un personaje casi caricaturesco de una comedia de Moliere o una novela de Jorge Ibargüengoitia.
Ruanova es coherente en su antipanismo. El odio a Acción Nacional parece ser el dogma de fe de este personaje, con mención honorífica para Ernesto Ruffo, huésped honorario de sus arrebatos.
VIDEO : Ruanova habla de Ruffo
La fobia a Jorge Hank Rhon es un capítulo aparte. Ruanova ha sido durante años un furioso antihankista .
Fue durante la elaboración de un reportaje sobre los predios en donde se asienta el Hipódromo Caliente cuando conocí a Felipe Ruanova hace catorce años.
Ruanova se ha envuelto como mártir talibán en banderas tales como la lucha contra el Zócalo 11 de Julio o la instalación de Sempra Energy en Ensenada y no dudó en calificar al alcalde ensenadense Enrique Pelayo como un "abnegado patriota" por oponerse los intereses de la gasera.
Nostálgico del más anacrónico priismo, evoca con saudade esos ayeres de vacas gordas del sexenio lópezportillista. De hecho, sus textos están cargados de añoranza. Recuerdo cuando contó la anécdota de una joven muchacha tlaxcalteca llamada Beatriz Paredes que pidió por favor unos minutos para subir al camión campaña de López Portillo en donde Ruanova, por supuesto, viajaba (o dice haber viajado) como un señorón entre los pesos pesados.
Antes de aceptar la candidatura del Movimiento Ciudadano, llegó a soñar, (por enésima vez en su larga vida) con ser candidato del PRI a la alcaldía de Tijuana. Envió una carta al Comité Ejecutivo Nacional a la que acompañó con su propuesta de gobierno, que destaca al menos por su originalidad y su tamaño (entre sus propuestas estaban arrebatarle el Hipódromo a Hank para convertirlo en universidad pública municipal).
Felipe siempre me ha parecido excesivo, rimbombante, diría hasta romántico en su eterno despotricar, pero al menos me parecía un tipo honesto y coherente con sus odios y sus fobias.
Hubiera podido creer que como candidato "independiente" iba a tirarse a matar repartiendo leña por igual contra Kiko Vega y Fernando Castro Trenti, pero Ruanova optó por representar sin tapujos ni disimulos su papel de comparsa y golpeador al servicio de Fernando Castro Trenti.
VIDEO : Participación de Felipe Ruanova en un debate entre candidatos a gobernador de Baja California
Felipe tiró por la borda la oportunidad de brillar con luz propia. Frente a dos candidatos con discursos tan vacíos y descafeinados, Felipe hubiera podido romperle la monotonía a la campaña con un estilo más suelto y dicharachero que le habría incluso acarreado algunos votos auténticos. Tristemente, optó por la conveniencia de ponerse a los pies y al servicio del hombre a quien detestaba (o acaso aun deteste) con pasión. Triste epílogo para una malograda carrera política en el otoño de su vida.
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