Aunque estamos furiosos y deseos no nos faltan de mandar al diablo a este inequitativo pacto federal, en el fondo sabemos que no es una idea seria e intuimos que para crear una república independiente se necesita algo más que 10 mil firmas en Facebook.
Ya en serio, vamos a poner las cartas sobre la mesa: ¿cuál es el primer paso para crear una República Bajacaliforniana? ¿Levantar firmas en Facebook acaso? ¿Convocar a un plebiscito o una consulta pública donde habrá 85% de abstencionismo como sucedió con el "municipio" de San Quintín? ¿Que el gobernador entrante Francisco Vega acepte convertirse en presidente, primer ministro o emperador del nuevo estado nacional?¿Iniciar una guerra de independencia tomando a sangre y fuego las aduanas, campos militares y dependencias federales? Ya en serio ¿Cómo vamos a hacerle? En el fondo, tú y yo sabemos que eso no es viable, que es una alucinación; un buen deseo, sí, pero finalmente irreal. Caray, no hemos sido capaces siquiera de mantener con éxito un nuevo municipio, o si no vean al pobre Rosarito, que cinco ayuntamientos después no tiene un centavo partido por la mitad en tesorería y yace en las garras de sus caciquitos y señores feudales, dependiendo de las limosnas del gobierno estatal. ¿Cuál sería nuestra moneda bajacaliforniana? ¿Cuál sería nuestra forma de gobierno? ¿Cuál sería nuestra conformación territorial?
El imperfecto embrión del pacto federal mexicano, nació como un zapato a la fuerza en la Constitución de 1824. Quisimos apostar por un amorfo Frankenstein federalista copiado de la Constitución estadounidense de 1789 y la Constitución española de Cádiz de 1812. Una constitución muy liberal la de 1824, tanto, que sólo toleraba la religión católica. Nuestro feto federal tardó muchos años en aprender a caminar y en el intento acabó mutilado. De hecho, creo que a la fecha no sabe caminar correctamente. Con una tradición centralista de tres siglos, en donde la sumisión absoluta al monarca español era la norma, el federalismo se convirtió muy pronto en "feuderalismo". Mi paisano Fray Servando Teresa de Mier se lo advirtió a tiempo a Ramos Arizpe y a Lorenzo de Zavala, promotores del Frankenstein federal.
En los primeros años de vida independiente, nuestra república pudo acabar desmembrada como un cuerpo leproso y perderse en mil y un republiquitas como le sucedió a Centroamérica, que vio naufragar el sueño unificador de Francisco Morazán. Yucatán se separó e incorporó dos veces, tuvo su bandera y su constitución (de hecho fue en la Constitución Yucateca donde nació el Juicio de Amparo). Chiapas llegó a formar parte de Guatemala; Tabasco tuvo tres intentos separatistas; Texas fue república nueve años e incluso dentro del territorio texano existió la efímera República de Fredonia, mientras que Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila crearon la República del Río Bravo en 1840, como respuesta a la constitución centralista de las Siete Leyes. La historia del secesionismo en México es muy larga. Vaya, sin ir más lejos, una facción de la revuelta magonista de 1911 llegó a plantear la creación de la República de Madero e izar una bandera secesionista que apenas duró unos días en el territorio de la Baja California.

Por supuesto, no hay punto alguno de comparación entre el pretendido secesionismo mexicano, con las profundas raíces históricas y socioculturales de los nacionalismos vasco y catalán en España. Mucho menos con el separatismo balcánico que desembró una artificial Yugoslavia formada por naciones antagónicas con lenguas y religiones distintas (serbios ortodoxos y eslavos; croatas católicos y occidentalizados; bosnios con mayoría musulmana etc).
Es obvio que no se puede hablar de un nacionalismo bajacaliforniano. No hay elementos de raza, religión o lengua que nos hagan distintos del resto de los mexicanos, si bien tenemos valores, costumbres y estilos de vida que contrastan con el centro.
Lo interesante es que el sentimiento existe y se manifiesta en ese inigualable canal de expresión que son las redes sociales. Sin embargo, creo que en lugar de estar promoviendo la formación de republiquitas imposibles que nunca van a existir, tomemos otro tipo de medidas más aterrizadas y viables. De entrada, creo que si una ganancia se ha obtenido de esta gran guerra anti homologación del IVA, es que le hemos enseñado el músculo bajacaliforniano a Los Pinos y a San Lázaro.
Empresarios como Karim Chalita, Ariosto Manrique, Juan Manuel Hernández Niebla entre otros, están haciendo lo correcto, lo que corresponde a un ciudadano mexicano libre y consciente de sus derechos: exigirlos frente a quien toma decisiones, acampando en la Secretaría de Hacienda y San Lázaro.
Al final, es muy posible que perdamos la batalla contra la homologación del IVA y que la basura humana marca Chris López se salga con la suya, pero al final nos queda la dignidad y la consciencia de que ejerciendo la presión adecuada, se pueden lograr algunos cambios. Esa es una gran enseñanza y una gran lección para el futuro; mostrar unidad como ciudadanos bajacalifornianos, tener memoria, no dejar que el olvido y la conformidad lo impregnen todo.

Algo que sin duda va a darme mucho asco, es que cuando Enrique Peña Nieto venga de gira a Baja California, ahí estarán todos los empresarios, los líderes ciudadanos y los periodistas postrados a sus pies, soportando las humillaciones del estado mayor presidencial, sentados en la primera fila del corralito aplaudiendo el discurso del maniquí que firma como mandatario. Siempre ha ocurrido lo mismo. He cubierto decenas de giras presidenciales en Baja California y nunca cambia nada. Con Zedillo, con Fox, con Calderón, siempre es lo mismo. Podemos estar furiosos por la inseguridad, por el Siave, por el control de dólares, por el IVA homologado y sin embargo, ahí vamos sumisos a recibir al señor presidente, a tributarlo con aplausos, a regalarle primeras planas. Siempre me ha dado asco que en todos los medios locales se dé por hecho que una visita del presidente merezca en automático primera plana por el solo hecho de producirse, aunque no haya noticia ni nada que informar. Me repugna la pleitesía de lacayos que muestran gobernadores, alcaldes y líderes locales cada que un presidente viene. ¿De verdad estamos muy enojados con Los Pinos? Les propongo algo: en la próxima visita de Enrique Peña Nieto, que tarde o temprano se producirá, hay que dejarlo hablando solo. Que ni un medio local lo cubra ni publique nada. Que el gobernador no acuda a recibirlo al aeropuerto, que ni un líder empresarial se pare en sus eventos. Mostrarle nuestro desprecio, dejarlo hablando solo, aplaudido únicamente por los gusanos lambiscones que lo encumbraron. En Monterrey ya lo hicieron con Luis Echeverría. Los empresarios regios tuvieron la entereza y el coraje para correr al presidente de la guayabera del funeral de Eugenio Garza Sada en septiembre de 1973. Imagínense, correr al presidente, despreciarlo públicamente. En 1976 hubo en Chipinque un plan de rompimiento con el pato federal. La guerra del Grupo Monterrey contra Echeverría fue abierta, declarada.
El 30 de noviembre de 1976, en las empresas afiliadas al Grupo Monterrey, las secretarias conestaban al teléfono al son de "buen día, ya se larga Echeverría". Los empresarios regios tuvieron la entereza y el coraje de desafiar a un presidente corrupto y centralista, de mostrarle abiertamente el desprecio, de hacerlo sentir la hostilidad. ¿Tendremos los bajacalifornianos los tanates para mostrar nuestro rechazo al Gobierno federal? ¿Podremos dejar de actuar como humildes siervos cada que a un presidente se le ocurre pararse por esta norteña esquina? Empecemos con las formas, con los símbolos de la sumisión que por años hemos padecido. Antes de de buscar republiquitas de aire, empecemos a mostrar de qué material está hecha nuestra dignidad. Creo que en esta guerra bajacaliforniana contra homologación ha quedado claro que tenemos los pantalones bien puestos. Hay que mantener el rostro al frente y nunca más volver a bajar la mirada. De nosotros depende.
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