MÉXICO. Zunduri es una muchacha de 22 años que parece que nunca salió de los 15 y con sus órganos internos iguales a los de una mujer de 80 años. Esto fue la consecuencia de dos años de esclavitud en una tintorería localizada en la Ciudad de México.
Los dueños del lugar, José Sánchez y Leticia Molina la sacaron de la cama una madrugada, la bañaron con agua helada y la obligaron a bajar hasta la planta baja de la casa, donde se convertiría en su prisión.
La joven contó que dejó la secundaria y en su desesperación le pidió a la mamá de una de sus amigas que le diera trabajo en su tintorería, a la cual renunció cuando conoció a un chico con el que tuvo una relación de dos años para después regresar a laborar, donde ella afirma era un "buen trabajo".
"Al principio eran un buen trabajo. De nueve de la mañana a ocho de la noche y me pagaban 300 pesos a la semana pero yo vivía con la familia. Me daban de comer y yo dormía con ella (su amiga Leticia) y sus hijas en la casa. Yo hasta le decía mamá".
Los clientes comenzaban a quejarse y a solicitar un rembolso a Leticia porque sus prendas estaban maltratadas y convertía esas pérdidas en deudas para Zunduri. Las consecuencias llegaban a ser de hasta tres semanas sin paga con comida y agua al mínimo, lo que comenzó a deteriorar su salud mental y física por lo que decidió huir del lugar. Poco le duró el sabor a la libertad pues la volvieron a encontrar.
"No sé como. Me encontró en casa de una amiga, aunque yo no me escondía porque no había hecho nada malo. Me dijo que me iba a demandar por robo. Me dijo que le debía lo suficiente para que yo estuviera con ella por siempre".
La tercera vez que regresó a la tintorería fue el inicio del infierno para ella. Durante los primeros 7 meses no recibió sueldo alguno, y los cinco habitantes de la casa la golpeaban diario. Le enterraban las uñas, le aventaban herramientas, la quemaban con mecates y la plancha hirviendo.
Para mitigar el hambre, la joven acostumbraba masticar el plástico que cubría las prendas de vestir que le obligaban a planchar.
La semana pasada cuando sus captores le quitaron la cadena, no se aseguraron que cerrara por completo y Zunduri aprovechó este error para escapar el sábado 25 de abril por la noche cuando todos los demás dormían. Corrió todo lo que pudo hasta la casa de una amiga quien la llevó con un médico que se negó a atenderla hasta que fuera primero con la policía.
Los presuntos responsables se encuentran tras las rejas, esperando una sentencia de hasta 50 años de cárcel.
A pesar de los eventos traumáticos, Zunduri no pierde las esperanzas de tener una vida normal.
"Mi plan es vivir. Quiero ser repostera, quiero vivir, quiero recuperar los años que no viví".
Puedes ver el reportaje en video de El Universal aquí.
Con información de BBC Mundo y El Universal
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