Sí, mujer trans. Una que se convirtió en hombre, conservando su vagina.
Ella no tenía idea de cómo tener relaciones sexuales con su nuevo cuerpo. Comparte su relato al mundo a partir de estas palabras:
¿Cómo haría para eso convertida en hombre con vagina? Asumí que nadie estaría dispuesto a hacerlo.
Me animé a salir, empezar de nuevo. Me preguntaba ¿cómo muevo los hombros? ¿Cómo debo caminar? ¿Cómo debo coquetear? Son cosas que no se aprenden en manuales, ni siquiera tratándose de heterosexuales.

Tuve el valor, un buen día, de irme a desafiar la barra de algún bar. Nadie me miró de forma extraña. Al contrario: empecé a sentir miradas sobre mi cuerpo.
Conocí a un chico. Hablamos un poco y coqueteamos mucho. Él todavía no sabía de mi ser transgénero. A la hora del sexo -me lo llevé a la cama- al momento en que descubriría mi identidad sexual, ya desnudos y en pleno acto, me sentía horrorizada por lo que podría pasar.
Le dijo eso como hablando en clave. "Tengo un gatito" atiné a comentar.
"No lo entiendo, señor. No me importa. Creo que usted es sexy y eso es todo lo que importa" me dijo. Me sorprendí y sentí aliviado.
Antes de aceptar mi vagina, nunca me hubiera masturbado por sentirme demasiado femenino, incluso avergonzado. La sola idea me hacía pensarme como un hombre falso, como si al hacerlo y por ello tener un orgasmo, demostraría que en realidad soy mujer.
No pude, durante cierto tiempo, dejar de lado la idea que las vaginas eran mujeres y por eso, decir que mi cuerpo no era realmente mío.

Eso, por el lavado de cerebro de la sociedad moralista en la que seguimos viviendo. Por esto predomina un pensamiento de autocensura para muchos atrapados en cuerpos que no obedecen a su género. Yo estaba cansado de nunca sentirme como una persona completa, como un hombre completo. Me arriesgué y me toqué como sabía que realmente necesitaba hacerlo.
Eso lo cambió todo. Una vez que acepté el placer, al fin sentí que tenía la libertad de ser. Comencé a sentirme conectado a mi cuerpo por primera vez.
Ya no sentía que necesitaba esconderme más. Ya no tenía miedo que nadie me quisiera. Toda la vergüenza que se había acumulado en mi cerebro, inculcada por la insistencia de una sociedad en gobernar quiénes somos, fue destrozada por mis órganos sexuales.
Quise gritarlo, decirle a todos mis hermanos y hermanas trans que la conexión con el cuerpo puede suceder a través del sexo y la masturbación.
Lo considero un milagro. Por eso lo comparto con los demás. Así, empecé a hacer porno como una forma de ampliar la perspectiva sobre la sexualidad trans.
Los hombres como yo no éramos visibles en el porno -ni en nada- en ese entonces. Supe que, al mostrarme masturbándome o teniendo relaciones sexuales, transmitiría lo que quería. Fue un manifiesto en contra de las tonterías que nos enseñan sobre la sexualidad biológica e identitaria.

Es válido querer genitales diferentes, pero también amarte a ti mismo y tener relaciones sexuales placenteras, sobre todo si tu cuerpo cae fuera de las categorías predefinidas. Puede incluso eliminar el miedo y el dolor de preguntarse si alguna vez serás una persona completa, si alguna vez encontrarás un amante, si alguna vez te enamorarás.
La transición no sólo significa cambiar físicamente. También conectarte a tu cuerpo, con el que ahora tienes la oportunidad de amar como si no hubiera mañana, el que finalmente es tuyo. Para algunos, eso requiere cirugía. Para mí, requirió sexo.
No se habla positivamente sobre el sexo en la comunidad trans. Cierran el tema debido a todos los años en que se nos dijo que los genitales son del sexo mismo.
Años donde nos hicieron sentir, también, que el mundo entero se centra en los genitales y que si somos abiertos con respecto a nuestros cuerpos, seremos fetichizados por ello. Aunque esto no es exclusivo de los trans.
Si somos abiertos sobre el sexo, sobre nuestros cuerpos, sobre las formas en que experimentamos el placer, podemos ayudarnos mutuamente a alcanzar nuevos niveles de autenticidad, seamos trans o no. ¿No es eso de lo que se trata?
*Traducción de Josué Beltrán.
Vía VICE.