Al esperar menos, aumentan las probabilidades de sentir satisfacción al momento en que disminuyen las oportunidades de sufrir una decepción. De este modo, siempre que la realidad supere a la expectativa, sentiremos felicidad, incluso cuando aquello que nos pasó no sea tan agradable. Lo importante a recordar es que nuestra vivencia debe ser mejor a la que imaginamos sucedería.
"Esperábamos ver que las recompensas afectarían los momento de felicidad, pero nos sorprendimos al descubrir lo importante que son las expectativas para determinarla. En situaciones de la vida real, las recompensas asociadas con tomar decisiones, como empezar un nuevo trabajo o casarse, no son pensadas a largo plazo. Nuestros resultados sugieren que las expectativas relacionadas a estas decisiones, buenas o malas, son quienes tienen un gran efecto en la felicidad" declaró el doctor Robb Rurledge sobre el descubrimiento.
Vía Gawker
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Elizabeth.rosales@sandiegored.com
