Con el estreno este 3 de octubre en la plataforma de Netflix de la serie “Monster: The Ed Gein Story” ha emergido un debate sobre la sobrexplotación del género de true crime en los últimos años.
Los crímenes reales siempre han fascinado al público, desde la literatura policiaca en el siglo pasado con Agatha Christie y Arthur Conan Doyle, después en el cine con Alfred Hitchcock y en la actualidad con los podcasts y las series de televisión y plataformas digitales.
En esta última modalidad aparece una y otra vez en el centro de esa discusión el nombre de Ryan Murphy, creador de éxitos televisivos como “American Horror Story”, “American Crime Story” y la antología “Monster”, cuyas dos primeras temporadas estuvieron dedicadas a Jeffrey Dahmer y a los hermanos Lyle y Erik Menéndez.
Ahora, con el estreno de “Monster: The Ed Gein Story”, la polémica vuelve a encenderse. Numerosos críticos, medios y familiares de víctimas han cuestionado si Murphy y Netflix están empaquetando tragedias humanas en productos de consumo masivo, disfrazados de “prestigio televisivo”.
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El precedente de “Dahmer”
Cuando se estrenó “Monster: The Jeffrey Dahmer Story” en 2022, Netflix celebró las cifras récord de audiencia. El problema es que, como señaló Rita Isbell, hermana de Errol Lindsey, una de las víctimas de Dahmer, la serie la hizo sentir como si estuviera “reviviéndolo todo de nuevo”.
En entrevista con Insider calificó la producción de “dura e insensible”, y concluyó: “Lo único que están haciendo es ganar dinero con esta tragedia”.
El caso no fue aislado. Otros familiares denunciaron que nunca fueron contactados ni consultados, a pesar de que la serie utilizaba nombres y reconstrucciones de escenas traumáticas.
El resultado fue un dilema ético: mientras la plataforma presumía visibilidad para las víctimas, las familias aseguraban que solo habían experimentado una nueva forma de revictimización.

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La crítica también detectó contradicciones. Según recordó el medio Variety, la serie no podía elevarse a la altura de su ambición sin volverse explotadora en sí misma. En Los Angeles Times, Malik Peay fue directo: se trataba de la “comercialización de la tragedia”.
El único episodio ampliamente reconocido por aportar algo distinto fue “Silenced”, centrado en la vida de Tony Hughes, un hombre negro, gay y sordo asesinado por Dahmer. Justo cuando se priorizó la humanidad de una víctima, el experimento narrativo funcionó.
Los Menéndez y la distorsión mediática
La segunda temporada de “Monster” abordó el caso de los hermanos Menéndez, condenados por asesinar a sus padres en 1989. Allí la controversia fue doble: por un lado, el sensacionalismo mediático que siempre rodeó al caso; por otro, la manera en que Murphy lo reempaquetó.
El medio Deseret recopiló las críticas: The Guardian le dio dos estrellas de cinco, acusando la serie de repetitiva y agotadora. IndieWire la calificó con una C- y la describió como un “olla de barro de teorías agrietadas”.
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Lo más grave fue la reacción de Erik Menéndez, quien a través de un comunicado afirmó que Murphy había moldeado una “narrativa horrible” llena de “representaciones viles y difamatorias”. La familia extendida también acusó a Netflix de no haberlos consultado y de recurrir a “mistruths” y “falsedades descaradas”.

Lejos de apaciguar las críticas, Murphy defendió su propuesta asegurando que su serie mostraba “muchas perspectivas” y que lo interesante era que el caso seguía abierto a distintas interpretaciones.
Sin embargo, esta defensa refuerza el problema señalado por críticos: la mezcla de hechos comprobados con especulaciones atractivas para el drama termina diluyendo la verdad.
El caso Ed Gein: ¿otro monstruo de prestigio?
Con “Monster: The Ed Gein Story” (estreno confirmado en Netflix para el 3 de octubre de 2025), la controversia ha resurgido.
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El propio logline de la serie, citado por Hollywoodland News, describe a Gein como “un hombre solitario, amigable y de carácter apacible” que escondía un “hogar de horrores”.
Para la autora del artículo, lo más indignante es lo que falta: los nombres de sus víctimas reales, Bernice Worden y Mary Hogan, borrados de la narrativa promocional.
Las críticas a Ryan Murphy y Netflix
La crítica apunta a que Murphy y Netflix ya conocen las acusaciones: con “Dahmer” se les reprochó el mismo borrado de víctimas. Y sin embargo, lo repiten.
En palabras del artículo: “Ed Gein no inspiró arte. Asesinó a mujeres. Profanó tumbas. Usó la piel de personas. Si el eslogan de tu serie logra borrar toda esa humanidad para convertir al asesino en un anti héroe torturado, solo estás explotando el horror por dinero”.
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El casting de Charlie Hunnam ha generado aún más debate. Netflix eligió a un actor atractivo y con gran base de fans: “han convertido a un asesino que hacía cuencos con cráneos en un hombre que aún hace suspirar a las chicas de Tumblr”.

Este es un ejemplo claro del halo effect explicado por académicos: cuando un actor es percibido como atractivo, esas cualidades se trasladan inconscientemente al personaje, suavizando la percepción del criminal.
En un artículo publicado por El Universal, titulado “La máquina de mentir de Ryan Murphy”, se acusa directamente al showrunner de distorsionar hechos para potenciar el morbo.
La columna recuerda que el true crime en su mejor versión sirve para explicar qué ocurrió y mostrar cómo la justicia, aunque tarde, termina llegando.
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Pero en manos de Murphy, advierte, el resultado son “inexactitudes que sirven para elevar la tragedia, el morbo y la tensión”, a costa de la sensibilidad hacia las víctimas reales.
El artículo encuadra a Murphy como heredero del sensacionalismo mediático, capaz de retener a una audiencia que consume rápido y olvida pronto. Su fórmula: alargar las tragedias en múltiples episodios, añadir elementos exagerados y comercializar la tragedia como entretenimiento.
¿Horror, true crime o simple explotación?
El debate de fondo es qué significa contar estas historias. Como apuntó el artículo de The Tufts Daily, los biopics de asesinos seriales han generado preocupación porque al elegir a actores famosos o carismáticos, la línea entre la repulsión y la fascinación se difumina.
“Muchos jóvenes no vivieron el impacto real de estos asesinos. Para ellos, se convierten en leyendas o mitos”, señala el texto. El riesgo es obvio: la tragedia se trivializa en memes de TikTok o disfraces de Halloween.
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Explotar o contar: la encrucijada del género
El true crime puede tener un valor genuino: visibilizar víctimas olvidadas, denunciar fallas sistémicas y generar reflexión sobre la violencia. Pero también puede convertirse en lo opuesto: un circo de morbo donde los victimarios son las estrellas y las víctimas son sombras.
El problema con la antología de Ryan Murphy es que, al menos hasta ahora, se ha inclinado por lo segundo. Aunque se adorne con discursos sobre “perspectivas múltiples” o “fallas sociales”, la lógica comercial prevalece. Basta ver las campañas de marketing de “Ed Gein”: pósters que apelan al horror gráfico, énfasis en el asesino convertido en ícono cultural y ausencia de la humanidad de las víctimas.
El debate seguirá. ¿Queremos historias que enfrenten la oscuridad para entenderla, o productos que la empaqueten para maratonear un fin de semana? La línea es delgada, y Murphy parece cruzarla con frecuencia.