Escrito por Mario C. López
En toda gran ciudad fronteriza existe un reto constante: cómo mirar más allá de los límites políticos para construir un futuro común.
Tijuana y San Diego, separadas por una línea divisoria, comparten mucho más que un territorio. Comparten historia, familias, dinámicas económicas, preocupaciones ambientales y aspiraciones educativas que las obligan a pensar de manera conjunta. En este contexto, el primer año de gobierno del alcalde Ismael Burgueño ha dejado claro que la colaboración binacional no es un accesorio, sino una prioridad estratégica.
Desde el inicio de su gestión, incluso antes de tomar protesta, Burgueño mostró sensibilidad hacia la necesidad de trabajar de la mano con las autoridades del Condado de San Diego.
Durante el periodo de transición, sostuvo un acercamiento directo con la supervisora Nora Vargas, quien representa la zona fronteriza en la Junta de Supervisores de San Diego. Este gesto no fue menor: al participar en una sesión especial del Consejo de la Asociación de Gobiernos de San Diego (SANDAG), el alcalde abrió la puerta a que Tijuana tenga voz en los programas de planeación regional que inevitablemente impactan la vida diaria de miles de personas que cruzan la frontera a diario.
Otra de las apuestas significativas fue la decisión de involucrarse desde el primer mes en el San Diego–Tijuana World Design Capital (WDC) 2024 a través de la nueva Secretaria de Cultura Municipal. Este nombramiento, que colocó a ambas ciudades en la vitrina internacional, no solo resalta la creatividad y el talento cultural de la región, sino que también refuerza la idea de que los problemas urbanos, sociales y ambientales requieren soluciones innovadoras compartidas. La participación activa del alcalde en esta agenda envía un mensaje importante: Tijuana no solo quiere ser espectadora de los procesos binacionales, sino protagonista.
El ámbito económico, piedra angular de la relación entre ambas ciudades, también ha tenido atención prioritaria. Burgueño se sumó al viaje binacional organizado por la Cámara Regional de Comercio de San Diego a la Ciudad de México, en donde más de 80 representantes de los sectores económicos y cívicos de ambos lados de la frontera se dieron cita para dialogar con autoridades federales.
Este tipo de encuentros fortalecen la agenda económica y crean puentes de colaboración con otros alcaldes del sur de California como los de San Diego, Chula Vista e Imperial Beach. Además, la participación de organizaciones como Smart Border Coalition y Border Philanthropy Partnership refleja la importancia de sumar al sector privado y a la sociedad civil en las soluciones fronterizas.
El componente diplomático y de seguridad también se ha consolidado en este primer año.
La relación cercana con el Cónsul General de Estados Unidos en Tijuana, Christopher Teal, y con la oficina regional de Customs and Border Protection (CBP) ha permitido que la Secretaría de Desarrollo Económico del Ayuntamiento ponga sobre la mesa propuestas concretas para agilizar los cruces fronterizos. Las conversaciones han girado en torno a adecuaciones técnicas que podrían mejorar la operación de los carriles SENTRI y READY LANE, lo que significaría un impacto directo en la calidad de vida de quienes cruzan a diario y en la competitividad de la región.
En estos ejemplos se observa un patrón: la visión de largo plazo. Tijuana necesita —y el alcalde parece entenderlo— que los problemas de movilidad, economía, medio ambiente, salud y educación no se pueden resolver de manera aislada. Los retos binacionales requieren soluciones binacionales.
El desafío hacia adelante será sostener y profundizar estos esfuerzos. Las ciudades fronterizas del siglo XXI deben apostar por la innovación institucional y por la construcción de confianza entre sectores públicos y privados de ambos lados. En el caso de Tijuana y San Diego, esta colaboración no solo es deseable: es indispensable.
En conclusión, el primer año del alcalde Ismael Burgueño marca un precedente positivo. Al invertir tiempo y capital político en el fortalecimiento de la relación con los vecinos del norte, ha colocado a Tijuana en el camino correcto para enfrentar con seriedad y creatividad los retos que compartimos como región. La frontera no debe ser un muro que divide, sino un puente que une.
El autor es CEO en The Border Group.
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