El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) llevó a cabo el pasado 3 de junio su mayor operativo de detención en un solo día, arrestando a más de 2,200 inmigrantes en distintos puntos del país. Esta operación forma parte de una nueva estrategia del gobierno federal para intensificar las detenciones y deportaciones, en línea con la política migratoria de línea dura impulsada por la actual administración.
Según reportes oficiales, muchos de los detenidos eran parte del programa Alternativo a la Detención (ATD), una iniciativa que permite a personas consideradas de bajo riesgo permanecer en libertad mientras se resuelve su situación migratoria. Sin embargo, ICE citó a miles de ellos a presentarse anticipadamente a supuestas citas rutinarias (táctica que resultó ser un mecanismo para detenerlos al llegar a las oficinas).
Este operativo ocurre en un contexto en el que la Casa Blanca busca alcanzar la meta de 3 mil arrestos diarios, y en medio de una crisis de sobrepoblación en los centros de detención de ICE, que actualmente albergan a más de 53 mil personas, superando la capacidad propuesta por el Congreso.
Defensores de derechos de migrantes advierten que estas acciones podrían tener un efecto paralizante en comunidades enteras donde muchos viven con el temor de ser detenido. Por su parte, el gobierno sostiene que estas medidas son necesarias para restaurar el control sobre el sistema migratorio.
El subjefe de gabinete de políticas de la Casa Blanca, Stephen Miller, amenazó en una reunión con los líderes de ICE el mes pasado que despediría a altos funcionarios si la agencia no comienza a realizar 3 mil arrestos por día. Tal parece que estas órdenes han generado estrés en los empleados pues cada vez realizan operativos más agresivos.