La marea violeta se hizo presente la tarde de este sábado 8 de marzo en la ciudad de Tijuana. La conmemoración del Día Internacional de la Mujer, se convirtió en un grito colectivo de justicia, visibilidad, rabia y resistencia. Miles de mujeres de todas las edades se dieron cita en la Glorieta Las Tijeras, todas ellas, alzando su voz y exigiendo: “¡Justicia!”.

La marcha comenzó a las 15:00 horas y la ola violeta avanzó por las avenidas de la ciudad, recorriendo puntos clave como la glorieta Cuauhtémoc y el monumento Lincoln.
El contingente cargado de pancartas, banderas y pañuelos, mostraba en alto los carteles con los nombres de las mujeres que han sido asesinadas, violadas y desaparecidas en la región.

Pintas en estaciones de transporte y monumentos: El acto de la iconoclasia
Una de las imágenes más impactantes fue la de los muros de la ciudad, transformados en lienzos de dolor y protesta. Las pintas con los nombres de mujeres víctimas de violencia, a lo largo del recorrido se hicieron presentes, principalmente, en las estaciones del Sistema Integral de Transporte de Tijuana (SITT) y en algunos monumentos de la Zona Río.
A través de estos grafitis, las manifestantes rendían homenaje a las que ya no podían hablar, pero cuya memoria seguía viva en el corazón de sus familiares y de todas las mujeres que las reivindicaban en ese momento.

En contraparte, otro tipo de manifestación que marcó la protesta fue la violencia vicaria y la violencia sexual. Las mujeres plasmaron en los muros los nombres de padres ausentes e irresponsables que no cumplen con la pensión alimenticia, así como fotografías de violadores y pedófilos.
Verónica una de las voces de lucha que se hace escuchar en el 8M
En medio de la multitud, platiqué con Verónica, una joven que marchó por primera vez este 8M. Su motivo era personal y doloroso: visibilizar el feminicidio de su madre, Verónica Machuca Molina; y el asesinato de su amiga Claudia Castillo Aguilar. Ella como muchas mujeres, relata la falta de justicia con perspectiva de género.
Su madre fue asesinada por su propio padre, quien fue condenado a 15 años de prisión, pero solo cumplió 7. Para Verónica, esto fue una ofensa más. “No es justo que por matar a alguien solo cumplas 7 años. Se deberían dar penas más altas, y no debería haber oportunidad de reducirlas”, declaró.

Verónica también exigía justicia para su amiga Claudia, a quien asesinaron mientras vendía tacos. Un crimen que continúa impune a casi 6 años.
Ella, al igual que otras mujeres, alza un cartel y pide que se le escuche, pide que se produzca un cambio.

Las voces que no callan: Un futuro libre de violencia
Cuando la tarde comenzó a caer, las participantes de la marcha llegaron nuevamente a la glorieta Las Tijeras. Se realizaron actividades artísticas, incluyendo cantos de resistencia y la instalación de un “tendedero de acosadores”, donde se expusieron nombres y denuncias de casos de acoso sexual.
Frente a las paredes de Plaza Río, varias mujeres pegaron sus pancartas y comenzaron a hablar al micrófono. Fue entonces cuando, las voces de aquellas que se atrevieron a denunciar a sus agresores tomaron el protagonismo. Fueron ellas quienes contaron sus historias, quienes se pararon frente al micrófono con valentía, narrando sus vivencias.
Mientras sus voces se alzaban, Tijuana se convertía en un símbolo del grito de justicia que resuena en todo el país.

La marcha del 8M en la ciudad fue mucho más que una protesta. Fue un recordatorio de que las mujeres no están solas, de que su lucha es colectiva, y de que, a pesar de las adversidades, seguirán alzando sus voces. Los muros de la ciudad, ahora llenos de imágenes y mensajes de resistencia, son solo un reflejo del poder que ha adquirido el movimiento feminista, que cada vez más se niega a ser silenciado, a ser ignorado.
