Muro deportivo: Columna escrita por Manuel R. Medina.
Ya me habían advertido que venir a estas tierras a ver un partido de futbol sería de locura, pero yo no me imaginaba que en mis más de 20 años cubriendo balompié a nivel mundial, tendría que usar tapones para los oídos, y es que asistir a un juego de Turquía es pura adrenalina.
La cita sería en el Estadio Municipal de Konya, casa del Konyaspor de a Super Liga turca, ahí la Selección Española golearía a los anfitriones rumbo al Mundial de la FIFA 2026, pero el ambiente fue increíble de principio a fin.
Horas antes del encuentro, los fanáticos turcos ya estaban alrededor el inmueble, disfrutando de una zona especial con comida y juegos, cortesía de los patrocinadores de la Federación Turca de Futbol (TFF por sus siglas en turco).
Y dos horas antes del pitazo inicial, los fans más locos invadieron la calle de entrada al estadio, para con bengalas, cánticos y muchas banderas, darle la bienvenida primero al autobús de España, el cual abuchearon sin cesar.
Pero los abucheos pronto se convirtieron en aplausos y gritos, ya que se acercaba el vehículo que traía a la selección local. Los fanáticos le abrieron paso y le hicieron sentir a sus futbolistas que no estarían solos en el encuentro ante quizás el equipo equipo nacional del mundo.
Y vaya que no estaban solos, el inmueble con capacidad de más de 41 mil aficionados, lució vestido de rojo y blanco -los colores principales de Turquía en el futbol- y apenas un puñado de españoles se hicieron presentes como visitantes.
Esto significó un ensordecedor inmueble que daba la bienvenida a su equipo y daba pitidos a los visitantes. Sí, hubo momentos en que los goles de España callaron a los turcos, pero el llamado 12 jugador nunca dejó de alentar a los suyos.
Nunca había tenido que ponerme tapones en los oídos, ni en los mundiales de futbol donde la pasión es increíble, pero los turcos están en otro nivel a la hora de apoyar a los suyos. Y lo mejor de todo: lo hacen de una manera adecuada, sin violencia ni creando problemas. Turquía no ganó, pero la afición demostró que lo que no hubo en la cancha, sí lo hubo en las gradas, y que asistir a un juego de Turquía, es pura adrenalina.
