Jair Navarro, MPEC, arquitecto especializado en el diseño de ciudades más amigables para los peatones y miembro activo de la Sociedad de Urbanismo de la Zona Metropolitana de Tijuana (organización encabezada por Daniel Rivera Basulto), sostiene que la calidad de vida en una ciudad no debería centrarse exclusivamente en la infraestructura vial ni en la eficiencia del tránsito vehicular.
La verdadera medida debería encontrarse en la experiencia diaria del que camina. La “caminabilidad peatonal” se refiere al grado en que las calles y espacios públicos están diseñados para fomentar el desplazamiento a pie de forma segura, cómoda y agradable. Aunque puede parecer un concepto sencillo, representa en realidad un componente clave en los procesos de transformación urbana.

Un entorno caminable activa un ciclo virtuoso: más personas utilizan las calles, la actividad comercial se fortalece, la interacción social aumenta y se genera una percepción colectiva de seguridad. En otras palabras, la caminabilidad representa la base de la vitalidad urbana, ya que convierte a la calle en un espacio vivo, diverso y productivo.
Apunta que para alcanzarla no basta con banquetas mínimas. Se requieren banquetas amplias y accesibles, cruces seguros, rampas y apoyos para personas con discapacidad, señalización clara y comprensible para todas las edades, mobiliario urbano que invite a permanecer, arbolado que brinde sombra y un diseño que contemple movilidad universal. Además, resulta indispensable consolidar una mezcla equilibrada de usos de suelo: cuando la vivienda, el trabajo, el comercio y los servicios se encuentran próximos entre sí, se reducen los desplazamientos obligados en automóvil y se crean entornos donde el peatón puede satisfacer sus necesidades cotidianas a distancias cortas.

Esta integración facilita recorridos más seguros y eficientes, genera economías de proximidad, fortalece la cohesión comunitaria y elimina tanto barreras físicas como psicológicas. Así, el peatón recorre la ciudad con mayor confianza y sentido de pertenencia.
El arquitecto, señala algunos ejemplos internacionales que lo confirman como el barrio Eixample en Barcelona o las zonas centrales de Copenhague que demuestran que invertir en caminabilidad genera economías locales más sólidas, reduce la obesidad y las enfermedades vinculadas a la inactividad física, y disminuye los niveles de contaminación. En México, casos como los corredores peatonales de Guadalajara o Ciudad de México han revitalizado la vida cultural y económica, reforzando la identidad urbana y el sentido de comunidad.
La vitalidad urbana surge de la diversidad social. Niños, adultos mayores, trabajadores, estudiantes, turistas y familias compartiendo el espacio público enriquecen la vida urbana y fortalecen la comunidad. En contraste, cuando se privilegia al automóvil por encima de las personas, el espacio público pierde dinamismo y se vacía, convirtiendo las calles en simples canales de tránsito, sin identidad ni pertenencia.

En Tijuana los retos son evidentes: periferias fragmentadas, fraccionamientos sin banquetas, vialidades diseñadas exclusivamente para el automóvil y espacios públicos inseguros. Sin embargo, también existe una gran oportunidad: apostar por la caminabilidad como política urbana central. Implementar esta estrategia no solo mejoraría la movilidad y la seguridad, sino que también impulsaría la economía local, fortalecería el tejido social y elevaría la salud de la población.
Destaca que, en ese punto, es donde la relación con el transporte público se vuelve esencial. La caminabilidad es inseparable de la experiencia de movilidad urbana: el peatón es siempre el primer y último usuario del transporte público.

Por ello, la opinión de quienes lo utilizan diariamente se convierte en un indicador fundamental de la eficacia del sistema. Un transporte público digno, accesible y conectado con calles caminables multiplica los beneficios sociales y económicos, creando un círculo virtuoso entre movilidad, vitalidad urbana y derecho a la ciudad.
Concluyó que la vitalidad urbana comienza cuando caminar se convierte en la opción más natural, segura y placentera. Diseñar ciudades para peatones significa, en esencia, diseñar ciudades para la vida.